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Y cuando llegaba Julio á conseguir sus deseos, empleando la súplica ó la apasionada violencia, oprimía entre los brazos un ser falto de voluntad, que abandonaba una parte de su cuerpo insensible, mientras la cabeza seguía independientemente su trabajo mental. Una tarde, Margarita le anunció que en adelante se verían con menos frecuencia.

"El pensamiento de que Adriana y Julio pueden enamorarse, ha hecho avivar mi pasión. Ahora, , es una verdadera pasión. Lo veo de continuo en mi pensamiento, lo siento en mi alma y me cantan en los oídos las palabras que llegó a decirme.

En la Biblioteca Colombina de Sevilla encontré un libro antiguo, en el cual están contenidas casi todas las comedias de Monroy, y que perteneció antes á este mismo autor, según se colige de las notas manuscritas que le acompañan. Murió en el pueblo de su nacimiento el 6 de julio de 1649, á los treinta y siete años.

Iba Rita a entornar la puerta, llena de pavor, cuando vió a los pies del lecho alzarse una figura delicada y gentil, que avanzaba hacia ella con los brazos abiertos, y a poco tuvo a Carmen acariciada sobre su corazón viejo y bondadoso. Salieron las dos por el corredor adelante, y la anciana iba preguntando, atónita: Pero, ¿qué tiene Julio?

Y aunque es verdad que el Emperador Adriano por medio de Julio Severo, acabó de destruir a Jerusalén y con la superintendencia de Aquila Pontico, la reedificó y amplió poniendo en sus puertas relevada en mármol una lechona con siete cachorrillos, o en gloriosas memorias de la antigua Albalonga, o en abominación y pesar de los Judíos que como dice Josefo lib. 5. cap.

Y ni siquiera podía reconstruir el cercano recuerdo. La cara de Adriana se le representaba cubierta por el dolor. Julio cansaba su imaginación sin lograr que aquellos ojos tomaran para él la dulzura conocida.

En ella, doña Inés iba a dar al señor obispo más trabajo que nadie, pues tenía siete chiquillos no confirmados aún, y uno todavía moro, como apellidan en Andalucía a todo ser humano antes de recibir el agua sacramental que le trae al gremio de la Iglesia. La noche del 15 de julio hacía muchísimo calor.

Nunca había reunido el Emperador una flota tan imponente. Era en Octubre. El experto Doria ponía mal gesto. Para él no existían en el Mediterráneo otros puertos seguros que «Junio, Julio, Agosto... y Mahón». El Emperador se había retrasado demasiado en el Tirol e Italia. El papa Paulo III, al salir a su encuentro en Luca, le había profetizado desgracias por lo avanzado de la estación.

»Entonces soñé, y mi ensueño fue tan delicioso, que me desquitó con creces de las terribles vigilias que acababa de pasar... Era una noche del mes de julio, plácida y serena, y a la luz de la luna, Magdalena y yo nos paseábamos en un país extraño, pero que a me era desconocido.

Aquella calma amenazante parecía el presagio de una borrasca. Doña Rebeca y Narcisa se eclipsaron en sus habitaciones, después de una comida silenciosa y triste. Julio no se había levantado de la cama, y Carmen y Fernando todo lo hablaban con los ojos, en mudas contemplaciones, con una ansiedad llena de homenajes. Uno y otro habían dejado casi intactos los platos en la mesa.