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Gloria, que no sin dolor y envidia reconoció negada a los suyos, el propio Josefo, cuando escribe: que fue no pequeño don de la clemencia Romana, la participación de su nombre a los vencidos: los Españoles antiguos dice, los Tirrenos y los Sabinos, Romanos se llaman. Solo los Judíos son y se llaman en todas partes Judíos, sin que jamás hayan merecido la gloria de Romanos.

No vinieron á España, sino fueron derechamente á Roma, llevando cartas de favor para todos los reyes de Asia i Europa que tenian tierras en el camino por donde iban á pasar para cumplir su embajada. I aunque en esta ocasion hicieron amistades los judíos con Roma, no hai memoria de que alguno de ellos quedase á vivir en la ciudad dominadora del orbe. Así lo afirman Flavio Josefo i Justino.

Y aunque es verdad que el Emperador Adriano por medio de Julio Severo, acabó de destruir a Jerusalén y con la superintendencia de Aquila Pontico, la reedificó y amplió poniendo en sus puertas relevada en mármol una lechona con siete cachorrillos, o en gloriosas memorias de la antigua Albalonga, o en abominación y pesar de los Judíos que como dice Josefo lib. 5. cap.

Sabido es el odio i perpétua desconformidad que habia entre estos i los asirios, especialmente por la religion, segun el testimonio del grave i auténtico historiador Flavio Josefo.