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Los altercados de don Pedro con su tío iban agriándose, y vino a envenenarlos la discusión política, que enzarza más que ninguna otra, especialmente a los que discuten por impresión, sin ideas fijas y razonadas. Fuerza es confesar que el marqués estaba en este caso.

Caminaba la vuelta de Ripi Teodoro, y como cuerdo y practico junto á Ripi se detuvo, porque supo que las cosas de Galípoli, y de los catalanes se iban empeorando. Resolvió de no pasar adelante hasta saber de cierto el estado de las cosas, á más de que temia á Roger por estar ofendido de un hermano suyo que estaba en Cancilio, de donde muchas veces habia salido con gente armada en su daño.

Y el notario, con voz melosa, ampliaba su respuesta: «Buenos días, señor marqués.» «Buenos días, señor barónSus relaciones no iban más allá; pero Ferragut sentía por los nobles personajes la simpatía que sienten los parroquianos de un establecimiento, acostumbrados á mirarse durante años con ojos afectuosos, pero sin cruzar mas que un saludo.

Tizona quiso esgrimir la de su nombre, Infolio perdió la serenidad, y a Lepe le descompuso la ira. Ya iban a reñir, cuando este último, en un instante de lucidez les dijo de este modo: ¿Por qué luchar y aborrecernos si aún no sabemos en cuál se ha de fijar Fortuna? Seamos amigos, hasta que ella escoja, por lo menos; no sintamos la envidia antes de que haya quien saboree el placer.

Más aún que los sablazos, irritaron a la manifestación los palos de ciertos hombres sin uniforme que iban en el entierro escuchando lo que se hablaba en los grupos, y que, al sonar los primeros golpes, habían enarbolado el vergajo, apaleando en derredor suyo. La muchedumbre bramaba contra los canallas de «la secreta».

Pidió á los Acarés guias nuestro capitan para ir á los Xarayes, y las dieron en ocho canoas, cuyos indios iban pescando y cazando, como los Sococies, bastante comida para mantenernos. Toman el nombre estos indios de un gran pez, llamado jacaré, de tan duro y áspero pellejo, que no le hieren las flechas de los indios, ni otras armas.

Los cristianos mientras mas ciudades ganaban, mas iban oprimiendo á los hebreos; i como muchos de ellos eran sus deudores, concitaban á veces el fanatismo del pueblo contra los judíos, de donde nacian mil tumultos i muertes.

Las magnificencias interiores de la bahía iban desarrollándose ante la muchedumbre agolpada en las bordas del trasatlántico. Aparecían entre los cabos de basalto coronados de vegetación extensas playas con pueblecitos de color rosa y torres de iglesia blancas, rematadas por una cúpula de azulejos.

Cada vez que llegaba yo a la puerta de la solana, miraba maquinalmente por uno de sus cuarterones, y veía cómo iban espesando los copos y se amontonaban los que el aire depositaba sobre la baranda del balcón, hasta que en una de mis vueltas noté que se formaban grandes remolinos sobre el huerto; que los copos crecían de volumen, y, por último, que empezaba a «trapear» con tal pujanza, que en un instante emblanqueció la poca tierra que se veía desde allí, y se apagaron los mortecinos destellos de la luz del sol que llevaban dos horas de luchar inútilmente con la espesura del nublado.

En su lugar tropezaron mis ojos con un anciano, vestido de negro, que llevaba colgada al cuello una medalla de plata; a su lado marchaba un hombre con una campanilla en la mano y un cajoncito verde en el cual la mayoría de los transeúntes iban depositando algunas monedas.