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Algunas noches, Maximiliano soñaba que tenía su tizona, bigote y uniforme, y hablaba dormido. Despierto deliraba también, figurándose haber crecido una cuarta, tener las piernas derechas y el cuerpo no tan caído para adelante, imaginándose que se le arreglaba la nariz, que le brotaba el pelo y que se le ponía un empaque marcial como el del más pintado. ¡Qué suerte tan negra!

Pero no lo hemos verificado acaso por las mismas razones que lo aconsejaban y hemos expuesto. Capítulo V El fin de octubre había sido lluvioso y noviembre vestía su verde y abrigado manto de invierno. Stein se paseaba un día por delante del convento, desde donde se descubría una perspectiva inmensa y uniforme: a la derecha, el mar sin límites; a la izquierda, la dehesa sin término.

Esta carne líquida le hacía sonreír de lástima. ¡Habiendo whisky en la tierra!... Morales vaciló mirando su propio uniforme. Era una autoridad, y sólo podía entrar en las tabernas para imponer respeto. Pero luego se enterneció mirando al gringo. ¡Un viejo compañero!... Oiga, don Macperson, ¿si fuésemos á tomar una copa?...

Las ruedas dan vueltas con movimiento uniforme, lo mismo si aplastan á un obrero que si tuercen un hilo apenas visible. De lejos, cuando nos paseamos por las colinas, oímos el terrible gemido de la máquina que hace vibrar á su alrededor la atmósfera y la tierra.

Pasaban con un salto irresistible sobre el muro, se deslizaban por las brechas, venían del fondo de la arboleda por entradas invisibles. Eran soldados pequeños, cuadrados, sudorosos, con el capote desabrochado. Y revueltos con ellos, en el desorden de la carga, tiradores africanos con ojos de diablo y bocas espumeantes, zuavos de amplios calzones, cazadores de uniforme azul.

Querían imitar el esplendor de los últimos emperadores del país, para que el pueblo se convenciese de que los elegidos de la República no eran menos importantes que los antiguos déspotas. Bajo su uniforme esplendoroso los cinco afectaron una actitud de hipócrita indiferencia, mirando sin expresión alguna la máquina que acababa de entrar en el patio.

Y vió á un buen mozo con uniforme de aviador, que entraba violentamente, como una tromba. No tuvo que avanzar mucho, pues la bailarina corrió á refugiarse en sus brazos. Julieta hablaba de él, momentos antes, con tristeza. Hacía seis meses que no le veía. Era imposible obtener una licencia en estos momentos. El aviador dió explicaciones, con voz entrecortada.

Siempre que asiste á una ceremonia en su principado viste el uniforme de almirante español... Y es un hombre de ciencia: eso lo sabe usted mejor que yo... Dejó hablar á Novoa. Tres cuartas partes del planeta estaban cubiertas por los mares, y la humanidad había permanecido siglos y siglos sin deseos de conocer la misteriosa vida oculta en el abismo de las aguas.

Creyó oír una voz, la de algunos de aquellos fantasmas negros que, sable en mano o disparando tiros, pasaban ante sus ojos espantados que todo lo veían envuelto en densa niebla. Déjale: ¿no ves que es un señorito?... Por primera vez en su vida se dio cuenta de las ventajas y privilegios de aquel traje que era para él un uniforme de miseria.

El coronel había tenido que calmar á aquella señora cuando la encontraba en el Casino comentando las noticias de la guerra. Sentía hostilidad contra todos los varones sin uniforme; faltaba poco para que los insultase. ¡Emboscados! ¡cobardes!... ¡Si yo fuese hombre!...