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No soy hipócrita; me alegraría de llegar siquiera una noche en la vida a mi casa como un cónsul, precedido de lictores con las fasces en alto o rodeado de cirios encendidos, como Nuestro Señor Sacramentado cuando se digna visitar a los enfermos.

Yo creo más bien que son ellas las que están prevenidas contra él y que le buscan defectos. Hipócrita no lo es. Holgazán, convengo en ello. Emprendió varias carreras y ninguna ha llegado a concluir; de suerte que hoy se encuentra el pobre sin profesión alguna y viviendo a expensas de su familia.

Era un jesuita, un hipócrita; vivía como un imbécil, sin alegría, sin amables desórdenes. ¿De qué le servía el dinero?... Aconsejaba a su sobrino que no entrase a verle en el viejo patio de las Américas. Te recibirá con unos aires de personaje que dan ganas de soltarle dos tortas... En cuanto a mis hijos, los dos han salido a su tío. Se pelean conmigo y me reniegan por menos de una perra chica.

Eran esclavas, con una servidumbre hipócrita disimulada por el cariño egoísta del esposo y la falsa dulzura del hogar. Así era el Imperio de Liliput, cuando siglo y medio después de la llegada del primer Hombre Montaña se inició la serie de acontecimientos históricos que acabaron por cambiar su fisonomía.

27 por cuanto así se apartaron de él, y no consideraron todos sus caminos; 28 haciendo venir delante de el clamor del pobre, y oyendo el clamor de los necesitados. 29 Y si él diere reposo, ¿quién inquietará? 30 haciendo que reine el hombre hipócrita para escándalos del pueblo. 31 Porque de Dios es decir: Yo perdoné, no destruiré.

Cuando llegaban a oídos de Juanita noticias de la terca incredulidad de doña Inés y de que la sospechaba de hipócrita, Juanita decía para : «No es mal sastre el que conoce el paño»; y sin arredrarse seguía por el camino que se había trazado. Llegó en esto el invierno, y doña Inés quiso vestir a todos sus niños con buena ropa de abrigo; Juanita alcanzaba ya alta reputación de costurera.

Pues, amigo mio, dije al ingeniero; echando á un lado la humildad soberbia del hipócrita, contesto á usted que ha dicho muy bien. El arte tiene sus antigüedades, su arqueología particular, unida al espíritu de la historia, y es muy natural que no comprenda la importancia de Horacio Vernet, no comprendiendo la profunda significacion histórica de su escuela.

Cuando supo que el elegido era el conde de Sorege, bromeó diciendo: Son tal para cual... ¡Un hipócrita con una desvergonzada! ¡Qué dichoso cruzamiento! En los días en que Tragomer y Marenval estaban preparando su viaje, fueron invitados á comer en casa de la señora de Weller y se encontraron allí con Harvey, su hija y su futuro yerno.

Te juro que si es verdad, esa mujer, esa hipócrita, esa sinvergüenza que me vendía amistad, no se ha de reír de . Esto no puede quedar así. La mato, le saco los ojos, le arranco el corazón... Que me traigan mi ropa. Tío, chiquilla; quiero levantarme. ¡Pero qué abandonada me tienen! Comprendo que te tan fuerte. Así me dio a ; pero luego me he vuelto estoico.

Y no se entienda que por decir bien de aquéllos no lo digo de aquéstos, sino que quiero decir que al rigor y estrecheza de entonces no llegan las penitencias de los de agora; pero no por esto dejan de ser todos buenos; a lo menos, yo por buenos los juzgo; y, cuando todo corra turbio, menos mal hace el hipócrita que se finge bueno que el público pecador.