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Actualizado: 25 de septiembre de 2024


Recordaba con verdadero deleite, con fruición sin igual, un pedazo de lomo asado, ó un pollo especial, ó un pavo digno de particular elogio, ó un pescado notable, ú otro manjar cualquiera que adornó su mesa allá en los días de su primera juventud; mientras los grandes acontecimientos de que había sido teatro el mundo durante los largos años de su existencia, habían pasado por él como pasa la brisa, sin dejar la menor huella.

Pero antes que pudiera empezar a trabajar, otros acontecimientos le arrastraron de nuevo a las aventuras; cayó enfermo, tuvo que abandonar las luchas políticas, y en octubre del 73 estaba definitivamente establecido en Madrid, mas no curado de su superstición redentorista.

Iba a marcharme a casa, cuando los pescadores porfiaron en que les acompañara, y tuve que prometerles que por la noche iría al Guezurrechape del muelle a comentar los acontecimientos del día. Cuando, por la tarde, le conté a Mary lo que había pasado, vi a mi novia palidecer y llorar.

Adriana y Julio vivían ahora en una dicha excesiva y en esa zona de adoración anormal que embellece a los amantes y los hace caros a la muerte. Y no era la muerte, sin embargo, lo que se aproximaba a ellos en la invisible trama de los acontecimientos. También Raquel, al día siguiente, quiso ir con Adriana y Lucía a Nueva Pompeya. Cuando llegaron amanecía.

Dudaba mucho que la validez del título, sobre el que habían pasado tantos sucesos y tantos acontecimientos, fuese admitida por el gobierno español, y hasta dudaba que tuviera el poder de hacerle lugar, aun cuando quisieran hacérselo.

La señora Lefèvre admiraba el valor y la fortuna de su hijo en medio de estos acontecimientos, de los que los siglos venideros guardarán por siempre memoria.

La forastera es un relámpago que les habla de la tempestad de acontecimientos y de poesía que brama en las inmensidades del siglo; y ellos, los Napoleones encerrados en una Santa Elena previa, ven á su luz fosfórica surgir en el desierto océano de su vida todas las Atlántidas del deseo.

El libro cayó de mis manos: no podía separar mi pensamiento de la singular combinación de acontecimientos, que después de tantos años, daba á este culpable anciano al nieto de su víctima por testigo y protector de su último sueño.

Mi madre, según tengo dicho en mis Confidencias, no escribía por escribir solamente, menos aún para ser admirada; escribía, digámoslo así, para ella sola con el objeto de encontrar en un registro los acontecimientos domésticos de su vida, un espejo moral de misma, donde pudiese verse y compararse frecuentemente con lo que ella misma había sido en otras épocas o era a la sazón, y mejorarse de continuo.

Tenía yo dos años, cuando mis padres se fueron al otro mundo, abandonándome al capricho de los acontecimientos de la vida, y de mi consejo de familia. Dejáronme los restos, no del todo malos, de una fortuna: cerca de cuatrocientos mil francos en tierras que producían una buena renta. Mi tía consintió en educarme.

Palabra del Dia

jediael

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