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Actualizado: 3 de junio de 2025
No he sido franca contigo, Roberto; he burlado tu confianza. Y con la respiración jadeante, arrancando penosamente las palabras de mi garganta, le conté lo que había hecho con sus cartas. Estaba lejos de haber concluido, cuando de pronto me tomó en sus brazos y me atrajo hacia él. Olga, ¿es verdad? exclamó fuera de sí en su gozo. ¿Puedes jurarme que es la verdad?
Vivía en la calle de los Mancebos, en un caserón antiguo, y sólo con una criada vieja: allá me fui, le conté lo que había pasado y le rogué que me ayudase a buscar casa donde servir, a lo cual repuso que haría lo que pudiese, y que pues no tenía yo dineros para ir a la posada, me quedara allí unos días hasta encontrar colocación. ¿De qué edad era ese hombre? ¿Cuántos años tenías tú entonces?
En la embajada indicó Valiente rieron mucho cuando les conté lo ocurrido, y dijeron: «Cosas de lord Gray». Yo he afirmado siempre dijo Ostolaza con petulancia que la alianza con los ingleses sería a España muy funesta. Yo corté de súbito el coloquio, diciendo: Traigo noticias de lord Gray.
»Junto a mí, cerca de tu amiga, que te pide que la perdones. »En pocas palabras le conté mi falta, mi imprudencia, y le referí todo lo que había escuchado. »A medida que yo hablaba, la mortal palidez de su rostro desaparecía lentamente.
Ya no puedo rezar; me da vergüenza dirigirme con el pensamiento á mi verdadero hijo; me asalta el recuerdo de lo que le conté; me aterro al hacer memoria de que sigo hablando con el otro, á pesar de lo que me ha dicho, de lo que leo en sus miradas, de que conozco sus verdaderos deseos. ¡El mal que me has hecho!
Su señoría el gran cruzado, va a tomar una venganza terrible por el grandísimo agravio que le he hecho. Conté a lord Gray en breves palabras lo ocurrido. No temas nada dijo doña Flora . Ahora te agradeceré que vayas a casa a llevar a la señora condesa un recadito que me importa mucho. Con mil amores. ¿Pero está allí D. Pedro? ¡Qué ha de estar! Respiro. Pues bien.
Arrancaron con esto y fuéronse; quedé solo, llevéme el cofín a casa, conté la burla y no quisieron creer que había sucedido así, aunque lo celebraron mucho, por lo cual los convidé para otra noche a verme correr cajas.
Y preguntó entonces con el aire de un juez que le hace al testigo preguntas capciosas: ¿Cuánto dinero podía haber en los talegos, maese Marner? Doscientas setenta y dos libras esterlinas, doce chelines y medio chelín, había ayer noche cuando las conté dijo Silas exhalando un suspiro y volviéndose a sentar. ¡Bah! No era tan pesado de cargar. Entró el vagabundo, y se las llevó.
Ya ve usted, tío... esto pudiera producir un lance muy desagradable. ¿Cuánto es? Cien pesos. ¿Nada más? No se me hace mucho. Era claro que la vida de mi sobrino y su honor se hallaban en inminente riesgo. ¿Qué podía hacer un tío tan cariñoso, tan amante de su sobrino, tan rico y sin hijos? Conté, pues, sus cien pesos, es decir, los míos. Sobrino, vamos a la casa donde está empeñada la repetición.
Después de haber escrito algunas coplas de #una# comedia, con mucho sosiego y espacio sacó de la faldriquera algunos mendrugos de pan y obra de veinte pasas, que, a mi parecer, entiendo que se las conté, y aun estoy en duda si eran tantas, porque juntamente con ellas hacían bulto ciertas migajas de pan que las acompañaban.
Palabra del Dia
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