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Pero el obispo, que ignoraba todo lo que pasaba, manifestó deseos de oír cantar a la niña, que era su ahijada. La duquesa se volvió a sentar; saludó a María con su urbanidad acostumbrada y mandó llamar a su hija, quien no tardó en presentarse. Apenas terminaba la niña los últimos compases de la plegaria de Desdémona, cuando se oyeron tres golpes suaves en la puerta.

El hijo del brigadier notó el estremecimiento de sus manos y vio claramente que una ola de rubor había subido a sus mejillas, por más que hubiera vuelto rápidamente la cabeza hacia la puerta del palco: «Ya eres míapensó con la fatuidad propia de los jóvenes que aspiran a sentar plaza de seductores.

Señora, yo creo..., ejem..., que esa enfermedad obedece a un estado puramente nervioso... Las alteraciones nerviosas son tan variadas y extrañas..., ejem..., que no es posible someterlas a principios fijos, sino más bien conviene no sentar ninguna regla y estudiarlas en detalle, o sea cada una de por . Trabajo le costó, pero al fin salió del paso.

Se atracó de vino, y cuando estuvo hecho una cuba se fue para su casa dando tumbos, diciendo a voces que iba a sentar las costuras a un caballero. Romadonga estaba allí como de costumbre. El sillero se le plantó delante con los brazos cruzados y le escupió más que le dijo: ¿Y usted qué hace aquí, vamos a ver? ¿Yo?... , usted...

12 Así que, después que les hubo lavado los pies, y tomado su ropa, volviéndose a sentar a la mesa, les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? 13 Vosotros me llamáis, Maestro y Señor; y decís bien; porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavar los pies los unos de los otros.

Se volvió en seguida para sentar a la niña en su sillita cerca del telar, cuando ésta se le apareció con la cara y las manos tiznadas otra vez, y diciendo: ¡Eppie e la carbonera! Este completo fracaso de la pena disciplinaria de la carbonera destruyó la confianza que tenía Silas en la eficacia de los castigos.

Maxi se quedó más tiempo en la cama, hartándose de sueño, aquel reparo que su desmedrada constitución reclamaba. Púsose Fortunata a arreglar la casa y mandó a Patricia a la compra, cuando he aquí que entra doña Lupe toda descompuesta: «¿No sabes lo que pasa? Pues una friolera. Déjame sentar que vengo sofocadísima. Vaya que dan que hacer mis dichosos sobrinos. Anoche han puesto preso a Juan Pablo.

Todo lo cual oido por los señores, se levantaron en pié, y uno á uno fueron á él y le dieron grandes gracias, y mostraron que rescibian en gran merced ellos el hecho del tal desistirse de la tal dignidad y darla á su hijo Inca Yupanqui, que ellos tanto amaban é querian por Señor; y esto hecho, se tornaron á sentar.

Después se volvió a sentar, y requiriendo la benéfica pluma, entonces consagrada a la humanidad doliente, siguió su trabajo.

Ambos marchaban despacio, porque la cojera del Rey exigía un lento y cauteloso modo de sentar los pies. Cristina hablaba poco de negocios políticos, y hacía pronósticos alegres sobre la salud de su marido. La gota, según ella decía, iba cediendo, y era de esperar que en el próximo invierno no hubiese ataques fuertes.