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La doncella estaba en el cuarto mortuorio, prestando al cuerpo de su patrona, antes de que se lo llevaran, los últimos servicios piadosos; después de haber lavado la sangre de la frente y la mejilla, le había arreglado los cabellos y cruzado las manos sobre el pecho, poniendo entre ellas un rosario. La pobrecilla no veía lo que hacía, tan espeso era el velo de lágrimas que le cubría los ojos.

Comprendió su debilidad, tuvo miedo a los amargos dolores que se le preparaban y respondió como la esposa: «He quitado ya mi túnica; ¿cómo ponérmela otra vez? He lavado mis pies; ¿cómo mancharlos nuevamenteLargo tiempo estuvo luchando consigo misma para apagar la voz que la llamaba a la vida activa, y convencerse de que ella no serviría de nada a la causa del Señor, pero fue en vano.

Bastante me has sobado ayer tarde. Me he lavado tres veces. Eché sobre un frasco de rosa blanca y todavía a las doce de la noche me olía mal. Olor de tabaco. No: el olor del tabaco me gusta. Olor de viejo. Esta salida brutal no despertó la indignación del duque como era de presumir. Soltó una carcajada y le dió una palmadita cariñosa en la mejilla. Pues no me salen baratos los besos.

24 También Mefi-boset hijo de Saúl descendió a recibir al rey; no había lavado sus pies, ni había cortado su barba, ni tampoco había lavado sus vestidos, desde el día que el rey salió hasta el día que vino en paz. 25 Y luego que vino él a Jerusalén a recibir al rey, el rey le dijo: Mefi-boset, ¿por qué no fuiste conmigo?

¡Oh, , señora, a la misericordia de Dios he acudido ya! exclamó Llot con un hondo suspiro que partía el corazón. En cuanto llegué a este sitio mandé a llamar al capellán de la cárcel, y a sus pies de rodillas he confesado mis pecados. Pues si se ha lavado ya en el tribunal de la penitencia no tenga cuidado. Ya veremos de arreglar eso con D. Jeremías. ¡Oh!

5 y de Jesús, el Cristo, el testigo fiel, el Primogénito de los muertos, y Príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre, 6 y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios y su Padre: a él sea gloria e imperio para siempre jamás. Amén.

El Magistral dormía algunos días la siesta, y doña Paula, por economía, le preparaba así la cama. Hacerla formalmente hubiera sido un despilfarro de lavado y planchado. Don Fermín volvió a sentarse en su sillón. Desde allí veía, distraído, los movimientos rápidos de la falda negra de Teresina, que apretaba las piernas contra la cama para hacer fuerza al manejar los pesados colchones.

Mirábale comer su tía con expectante atención, y cuando quedaban en el plato no más que seis o siete fresas, se lo quitaba de las manos diciendo: «Esto para Papitos que está con cada ojo como los de un besugo». La chiquilla se comía las fresas, y después, con los lengüetazos que le daba al plato, lo dejaba como si lo hubiera lavado. vii

12 He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas. 13 Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en limpieza; 14 y he sido azotado todo el día, y castigado por las mañanas: 15 Si dijera yo, hablaré como ellos; he aquí habría negado la generación de tus hijos: 18 Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer.

Aquel niño que yo tuve sobre mi regazo; a quien tengo lavado y peinado muchas veces; a quien tengo librado de bastantes castigos, ¡convertirse ahora en amante y en dueño! ¡Esto es algo que se sale de lo vulgar, algo nuevo y extraño!... Pero ¡ay, Miguel! estos sueños hermosos no pueden realizarse... ¿Sabes por qué? Porque son quimeras que no pueden halagar sino a una imaginación loca como la mía.