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Todo esto no se crea se hace riendo ni mucho menos, pues el indio posee una formalidad y una fuerza de convicción en ciertos actos, que se cree las cosas más raras y estupendas. De un frasco de cristal con tapón esmerilado, nos decía muy grave un criado al preguntarle por los bizcochos que guardaba, que se los había visto comer á las lagartijas.

Marchaba con la gravedad del niño pobre que hace los encargos de sus padres, llevando sobre el pecho un gran frasco para que se lo llenasen en la taberna.

Nos vamos a casa, me acuesto entre sábanas y allí pasaré lo que me resta. Fortunata insistía en que no se moviese, pero él se levantó y se puso la capa. No hubo más remedio que emprender la marcha para la otra casa. «Tía dijo Maxi , que no se olvide el frasco de láudano. Cógelo , Fortunata, y llévalo.

Y haciendo y diciendo se apoderó de la botella de vino que el hermano despensero regaló á Roger y que éste llevaba en el entreabierto zurrón. Beberse la mitad del vino fué obra de un instante para el juglar, que después pasó el frasco á su compañero.

No usan ir á cazar á los bosques, ni ir á coger miel y solamente se apartan de sus casas aquel espacio de tierra que les puede durar un frasco de aquél su vino, que es su única provisión y matalotaje en los caminos. No tuvo el P. Lucas mucha dificultad en permitirles el uso de aquella bebida, porque no causaba en ellos embriaguez, único motivo para desterrarla de las otras Reducciones.

, la tiene; no me lo niegue usted. ¡Y el hambre nos hace pensar unas cosas tan tristes!... Verá usted cómo yo le quito en un momentito esa cara de vinagre y se la pongo de jerez amontillado... Aquí lo traigo en este frasco... Al mismo tiempo abrió un saquito de piel que traía en la mano y comenzó a sacar vitualla y dos o tres frascos con vino y leche.

Inmediatamente declaró que no saldría de su casa, ordenando a un criado que al amanecer fuese en busca de nodriza. Por lo pronto se trajo a la criatura leche y en un frasco con pezón de goma; se la abrigó con más y mejor ropa. Los tertulios presenciaron con cariñoso interés estas operaciones.

¿No sabes, querido? Esta mañana estuve a punto de hacer una locura, una locura muy grande. Quiñones me mandó ponerle las gotas de arsénico que toma hace tiempo. Cogí el frasco y de repente, como si una mano invisible me levantase el codo, vertí en el vaso la mitad del contenido... ¡No tiembles, cobarde, que no hay motivo!... Jamás me había pasado nada semejante.

Al cabo de muchas horas de aplanamiento y laxitud, doña Inés pareció reanimarse, abrió los ojos y cambiando de postura murmuró algunas frases incoherentes. Entonces Luciano alargó la mano hacia la mesa, cogió el frasco, lo destapó... y enseguida, de pronto, bruscamente, como acobardado, volvió a dejarlo de golpe donde estaba.

Tratábase de alcanzar allá arriba, en la última tabla, cierto frasco de cerezas en aguardiente que hacía diez años que aguardaba a Mauricio, y con cuya apertura quisieron obsequiarme. A pesar de los ruegos de Mamette, el viejo se había empeñado en ir a buscar él mismo las cerezas, y encaramado sobre una silla, con gran espanto de su mujer, pretendía alcanzarlo.