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Esta revelación hizo vacilar un momento la ira de doña Lupe. ¡Era económica!... El joven sacó la hucha, y mostrándola a su tía, reveló el suceso como la cosa más natural del mundo, reproduciéndolo a lo vivo. «Mire usted, cogí la hucha vieja, después de traer esta, que es enteramente igual.

Ahora mandaré un hombre a que recoja mi equipaje. Me voy, porque tengo prisa dije. Bueno, bueno me contestó el patrón. Fuí saltando de barca en barca hasta ganar las escaleras del muelle. Estaba desierto. Yo sentía una gran angustia. Al pasar por el taller de tornero de Zelayeta encontré a mi amigo; le cogí del brazo y le pregunté lo que se decía en el pueblo de Mary y de Machín.

Hable usted con entera confianza, le dije, y á despecho suyo le cogí el sombrero que tenia en la mano, y se lo coloqué en una silla. Despues aproximé mi asiento al suyo, y le exhorté con una mirada de interés y de afecto. Es el caso, dijo animándose nuestro interlocutor, que tengo una viva curiosidad porque usted me explique lo que me dijo ayer en Versalles, sobre la pintura de Horacio Vernet.

Cogí las llaves, y cuando bajaba la voz de Tommy que, desde lo alto de una cofa, decía: ¡Hola! ¡Hola! ¡Buenos días! ¡El capitán está en una postura incómoda, eh!..., ¡Ja, ja!... Pues en la otra verga está el doctor Cornelius. Ese que está gracioso dando tumbos. Invitamos a Tommy a venir con nosotros, pero dijo que no, que se estaba divirtiendo mucho para meterse en un rincón.

Hablé del caso a Garmendia, el farmacéutico, y éste me dijo: Lleve usted la caja a la botica, y veremos lo que tiene dentro. Por la noche la cogí y la llevé. Indudablemente, aquí, si hay algo peligroso, debe estar en abrir la caja con la llave. Vamos a atacarla por otro lado.

Delante de la puerta, Teresa volvió a hacerme jurar que no pensaba nada malo de ella, y que al día siguiente a las dos en punto de la tarde, me presentaría debajo de sus balcones. Cuidado que no faltes. No faltaré, preciosa. ¿A las dos en punto? A las dos en punto. Llama ahora con un golpe a la puerta. Cogí la aldaba y di un golpe fuerte. Al poco rato se oyeron los pasos del portero.

Isidora se levantó bruscamente, y echó a correr por el sendero. Corrieron, corrieron... «¡Ya te cogí! exclamó Augusto, fatigadísimo y sin aliento, apoderándose de ella . Perla de los mares, antes de cogerte se ahoga uno. Formalidad, formalidad, señor doctorcillo dijo Isidora, poniéndose muy seria. ¡Formalidad al amor! El amor es vida, sangre, juventud, al mismo tiempo ideal y juguete.

Delante de la puerta, Teresa volvió a hacerme jurar que no pensaba nada malo de ella, y que al día siguiente a las dos en punto de la tarde, me presentaría debajo de sus balcones. Cuidado que no faltes. No faltaré, preciosa. ¿A las dos en punto? A las dos en punto. Llama ahora con un golpe a la puerta. Cogí la aldaba y di un golpe fuerte. Al poco rato se oyeron los pasos del portero.

Subíamos lentamente, ellos delante, yo detrás, y aquellos menudos hilos de seda, pendientes de la espalda y de la cintura de Inés, flotaban delante de mis ojos. Como quien llega a la puerta del Cielo y tira del cordón de la campanilla para que le abran, así cogí yo entre mis dedos uno de aquellos cordoncitos rojos y tiré suavemente. Inés volvió la cabeza y me vió.

Dimos vuelta a la esquina de la casa, y, por una escalera que había a un lado, subimos al piso principal. El capitán se hallaba en un sillón, envuelto en un capote azul, viejo y raído, con los ojos cerrados. Al oír mis pasos se incorporó y murmuró con voz apagada: Mary, trae una silla. Cogí yo la silla y me senté. ¿Qué podía querer aquel hombre de ? ¿Qué relación podía haber entre nosotros dos?