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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Entre otras ficciones que cuentan de él, refieren, que si alguno le mira, ó él le echa su hálito, muere luego, y que si nace en alguna fuente, el único medio de matarle es ponerle delante un espejo, en que viéndose, muere: y otras cosas que, si fuesen verdades hubiera yo muerto mas de cien veces, porque miré y cogí mas de tres mil.
La dejé sin abrir, cogí los papeles que la envolvían, y miré a ver si en ellos había alguna indicación de su procedencia. Nada; no había nada. Llamamos a la criada, que era una muchacha nueva. ¿Tú has recibido esta caja? le pregunté. Sí. ¿Quién la ha traído? Un hombre. Me lo figuro. ¿Pero qué hombre? ¿Un hombre de aquí del pueblo? No; yo al menos no le conocía. ¿Cuándo ha venido?
Poco a poco, la pensión entera fue emborrachándose y enterneciéndose, y, al cabo de una hora, todo el mundo lloraba allí a lágrima viva. ¿Bondad? ¿Vino? ¿Música? ¿Estupidez?... Yo lo que sé es que cogí mi corbata, mi cajetilla, mi tomo de Schiller, mis tirantes y mi grupo escultórico de Psiquis y el Amor y que desaparecí. Aquel ambiente tan tierno me parecía indigno del centro de Europa.
Tuve un impulso de alegría, y, acercándomele, lo cogí por el cuello y lo sacudí fuertemente. Quiso asir mi vestido, pero yo me escapé, lo que le hizo levantarse vivamente para correr tras de mí. Entonces, tranquilamente me adelanté hacia él y le dije: Bueno, ahora, ven.
¿No sabes, querido? Esta mañana estuve a punto de hacer una locura, una locura muy grande. Quiñones me mandó ponerle las gotas de arsénico que toma hace tiempo. Cogí el frasco y de repente, como si una mano invisible me levantase el codo, vertí en el vaso la mitad del contenido... ¡No tiembles, cobarde, que no hay motivo!... Jamás me había pasado nada semejante.
Me habló de que por tu mano había recibido un manuscrito de su padre, y prometió enviármelo. ¿Y se lo envió a usted? Sí; lo he leído ya; por cierto que no sé qué hacer con él. Creo que tú eres el más indicado para guardarlo. De manera que llévatelo. Cogí el manuscrito, lo llevé a casa y comencé a leerlo en seguida. LIBRO S
Viéndome perdida, porque trataba de pasar de las palabras a las obras, cogí un Santo Cristo de ébano que había sobre la mesa de noche y lo puse delante de mí, diciendo: ¡Señor, protegedme!... Entonces él, como si viera el diablo, se marchó corriendo... Después tuve dos ataques muy fuertes. Creí que me moría. Cuando pude coordinar las ideas, era ya cerca de noche.
No pude más: tiré el volumen, cogí el sombrero, y me lancé a la calle. Hermosa tarde primaveral, dorada, luminosa.... Me dirigí hacia la colina, y subí hasta mi sitio predilecto. El cielo sin nubes ni celajes parecía una bóveda de cristal cerúleo. Las arboledas, frescas y reverdecidas, hacían gala de su flamante veste, y en las dehesas y en los collados flotaba una misteriosa claridad rosada.
Toos lo mesmo... Que les den lo suyo, ¡ya verás!... Esta mañana se ha arrancao uno porque un cabayero traía un perro e lana... Por poco hay aquí un espetáculo. Yo, que estaba extremadamente inquieto, me sobresalté al oír esto, y, como quien no quiere la cosa, cogí las riendas que el criado sujetaba. Hice bien en tomar tal precaución, porque al instante se produjo cierto movimiento entre los toros.
Pues allá se me vino con unos chismajos, porque yo hablaba entonces con el chico de Tellería y... Pues la cogí un día, la tiré al suelo, me estuve paseando sobre ella todo el tiempo que me dio la gana... y luego, cogí una badila y del primer golpe le abrí un ojal en la cabeza, del tamaño de un duro... La llevaron al hospital... Dicen que por el boquete que le hice se le veía la sesada... Buen repaso le di.
Palabra del Dia
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