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En este momento se abre con violencia la puerta de la sala y penetra en ella una obesa persona del sexo femenino. Hijo de mi alma, ¿no te has levantado? No ha venido Ramona á llamarte, ¿verdad? ¡Jesús, qué mujer! ¿Dónde tendrá el sentido? ¡Dios me paciencia para sufrirla!... Pues ahora ya no es tiempo. Acaban de pasar á escape por la plaza. La culpa es mía, mamá. Ramona me ha llamado á la hora.

A los dieciocho años me escapé de mi casa, imaginando que peor de lo que allí estaba no había de pasarlo en ninguna parte, segura de que, por mala suerte que tuviese, con nada sufriría tanto como aguantando las impertinencias de mi hermanastra, a quien servía de niñera, siendo víctima de la grosería de mi padrastro y del mal genio de mi madre.

A la hora de la comida oyó que uno de varios huéspedes que había sentados cerca de ella decía, mirándola de reojo: «La Moreruela está hoy más guapa que nuncaCristeta pensó: «¡Mejor para mi JuanEn el teatro, durante la función, trabajó apriesa; por su gusto hubiese llevado a escape las escenas, no movida de la grosera impaciencia del deseo, sino dulcemente estimulada por el anhelo de ver a Juan.

Dígala usted que el arrepentimiento y el dolor hacen con las heridas de nuestra alma, lo que el bálsamo con las heridas de nuestro cuerpo. Madama Fonteral, moviendo afirmativamente la cabeza en señal de contento y de aprobacion, echó á escape, mientras que yo me volvia á mi cuarto. Cuando llegué, Luisa no estaba en el balcón, y mi mujer me dijo que temía una desgracia.

Ramón, vas a llevarme ahora mismo a Tejada a todo escape. El cochero le miró con sorpresa. ¿Se ha puesto peor la señorita? Me parece que respondió metiéndose en el coche. Para antes de llegar... en la revuelta del molino, ¿entiendes? Teme asustar a la señorita, ¿verdad? preguntó el cochero con gran penetración. No contestó.

Por fin llegó el coche destartalado, sucio, a paso de tortuga. ¡Al Vivero, a escape! gritó don Fermín dejándose caer como un plomo sobre el asiento duro que crujió.

«No tiene escape. Denme ustedes un aire puro, y yo les daré una sangre rica; denme una sangre rica, y yo les daré los humores bien equilibrados; denme los humores bien equilibrados, y yo les daré una salud de bronce; denme, finalmente, una salud de bronce, y yo les daré el espíritu honrado, los pensamientos nobles y las costumbres ejemplares. In corpore sano, mens sana.

Creo que tiene visitas respondió el paje . Unas señoras.... ¿Qué señoras? Don Anacleto encogió los hombros con mucha gracia y sonrió. Don Fermín vaciló un momento, dio un paso atrás; pero en seguida volvió a adelantarlo y abrió una puerta de escape por donde desapareció.

Rozando las del peñón y la del cerro hasta desaparecer hacia la izquierda por el boquete que quedaba entre el extremo inferior del cerro y la montaña, bajaba el río a escape, dando tumbos y haciendo cabriolas y bramando en su cauce angosto y profundo, cubierto de malezas y de misterios.

Porque él ha tenido por lo menos la suerte de no servir de muñeco ridículo al lado de una cama, y puede hablar seriamente, sin ver subir y bajar las cejas como si no se entendiera lo que digo...¿comprende ahora? María Elvira me miró unos instantes pensativa, y luego movió negativamente la cabeza, con su papel en los labios. ¿Es cierto o no? insistí, pero ya con el corazón a loco escape.