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Actualizado: 8 de junio de 2025
A los dieciocho años me escapé de mi casa, imaginando que peor de lo que allí estaba no había de pasarlo en ninguna parte, segura de que, por mala suerte que tuviese, con nada sufriría tanto como aguantando las impertinencias de mi hermanastra, a quien servía de niñera, siendo víctima de la grosería de mi padrastro y del mal genio de mi madre.
El tío Pelusa, así llamaban a mi padrastro, era tan irascible y avariento como la que le había tomado por esposo. Sin embargo, aún pasé algunos años resignada siendo medio bestia de carga, medio puerca-cenicienta, hasta que al llegar Inesilla, mi hermanastra, a la edad de las travesuras desplegó tanta perversidad para conmigo, que comencé a pensar en el porvenir que me esperaba.
El mal genio de madre me parecía disculpable por los trabajos y penalidades que ocasiona una casa de labor, la brutalidad de mi padrastro se hizo menos aborrecible a mis ojos recordando que no era mi verdadero padre, y en cuanto a las crueldades de mi hermanastra... como si no hubiesen existido. Es decir, las recordaba, pero sin guardarle rencor.
Explica don Pedro de Madrazo éste doble aspecto de la ejecución, diciendo que la retratada es doña María Teresa de Austria hija de Felipe IV, en su primer matrimonio; que Velázquez debió de pintar la cabeza antes de emprender el segundo viaje a Italia, conforme a su manera de entonces, dejándolo interrumpido; y que más adelante, ya de vuelta, lo terminaría en sus últimos años, cuando se trató del matrimonio de la Infanta con Luis XIV de Francia. «Sólo así se explica dice que un retrato ejecutado en general con tanta libertad y sobriedad tan sabia, y perteneciente por lo mismo al último y mejor tiempo de Velázquez, represente como una niña de solos diez años, a la que ya tenía cerca de veinte, cuando el gran artista pintaba de aquella admirable y singular manera». Explica Justi la mencionada desigualdad, diciendo que la retratada no es doña María Teresa, sino su hermanastra, la Infanta Margarita, hija del segundo matrimonio de Felipe IV, añadiendo que como todo el cuadro es de Velázquez menos la cabeza, ésta pudo ser repintada, es decir, sustituida por distinto artista, muerto ya el maestro, al negociarse el matrimonio de doña Margarita, teniendo trece años.
Palabra del Dia
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