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Actualizado: 22 de septiembre de 2024
Tu fuga me hizo ver una decadencia y una miseria que tenía olvidadas. Pero aun así, ¡gracias, muchas gracias! Te debo la única felicidad que he conocido. Vivía ella embrutecida por el desaliento, resignada a no conocer otra vez el amor, encanto de la existencia.
Don Amaranto llega invariablemente a la oficina a las ocho de la mañana; se calza sus manguitos, se toca con un bonetillo la calva de santo, ancha y reluciente, y silencioso, con una tristeza mansa y resignada, trabaja hasta las dos, en que el ujier trae el parte de salida. En ese momento, D. Amaranto se torna a su casa. ¡Es la hora de comer!
Sólo sé que éramos nobles, hace mucho, y que salimos de Raíces. ¡Oh! ¡Si yo conservase el libro aquel de blasones de que tanto me hablaba mi madre, y que mi padre, al parecer, despreciaba!... Como soy tan aprensivo... se me figura sentir cierta simpatía por estos parajes.... Esta calma, este silencio, esta verdura, esta pobreza resignada y tolerable... hasta la música del mar, que ruge detrás de esos montes de arena... todo esto me parece algo mío, semejante a mi corazón, a mi pensamiento, y semejante al carácter de mi padre.
Pero estas rebeliones eran momentáneas; volvía á él la sumisión resignada del labriego, el respeto tradicional y supersticioso para la propiedad. Había que trabajar y ser honrado.
Conocía tan bien á aquel hombre, que no necesitaba á veces oirle hablar para penetrar sus intenciones y sus sentimientos. Doña Blanca comprendió que lo menos malo era oirle; que no podía echarle, sin exponerse á dar el mayor de los escándalos. No quiso, sin embargo, aparecer desde luego resignada.
Cayó de rodillas exhalando gemidos, y al ver á su padre forcejeando con Bailón, le dijo: «Papá, por Dios, no te pongas así. Resígnate... yo estoy resignada, ¿no me ves?... El pobrecito... cuando yo entré... tuvo un instante ¡ay! en que recobró el conocimiento. Habló con voz clara, y dijo que veía á los ángeles que le estaban llamando.
Las Aliaga volvieron a la ciudad y al cabo de un año Carmen aceptó a José Luis Aguirre, aun cuando la persona de éste no coincidía con su secreto ideal... Pero al fin, menos apasionada que la pobre Laura, más resignada a la realidad del mundo y enseñada, además, por la verdad que parecían realmente encerrar los extraños temores y presentimientos de Zoraida, había cesado de cifrar esperanzas en el peligroso amor.
»A mi vez me arrojé sobre la tumba, y repetí su plegaria, no con su voz grave y resignada, sino con el llanto y los sollozos de mi desesperación y mi dolor. »¡Oh, Antonia! ¡Qué alivio tan grande me proporcionó aquella explosión de mi pena!
Margarita se llena de espanto al verle, y prefiere la muerte a aquella libertad espantosa. Margarita se entrega resignada a las justicias divina y humana, y pide a los ángeles que la protejan contra su amado, que viene a salvarle la vida. El hombre a quien tanto ha amado le inspira entonces horror. Los ángeles dicen desde las alturas: ¡Está salvada!
La mimaba; todos sus deseos eran mandatos para Angelina, y sufría resignada desagrados y reprensiones, el mal humor caprichoso de los enfermos, que de nada están contentos, y que se impacientan sin motivo. Esta niña me conversaba tía Pepa es un ángel; creo que por eso le pusieron Angelina.
Palabra del Dia
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