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Sólo había gran copia de agua estantía en las lagunas, y algunas raíces duras y tan amargas como la hiel, y de éstas no en mucha abundancia; por esta causa perdió las esperanzas de llegar al término de su viaje, porque fuera de lo dicho, habían también con los trabajos caído enfermos no pocos de los neófitos, y los demás apenas se podían tener por la falta de alimento.

Y Dios Nuestro Señor, para confirmarlos en la fe, y mostrar cuánto se agradaba de aquella devoción y fervor, restituyó la salud á todos los enfermos y calenturientos con sólo leer el Padre sobre estos el Santo Evangelio.

Al lado de sus enfermos siempre estaba de broma. «¿Con que se nos quiere usted morir, señor Fulano? Pues vive Dios, que lo hemos de ver..., etc.». Esta era una frase sacramental; pero tenía otras muchas. Así se había hecho rico. No usaba muchos términos técnicos, porque, según él, a los profanos no se les ha de asustar con griego y latín.

Consistía en un bastón, una máquina para hacer cigarrillos, un cuerno de caza y cuatro mil reales en dinero. ¡Una fortuna!... Mi hermano tuvo libros, yo ropa, y cuando me vestí de gente, empecé a tener enfermos.

Nunca nos enojamos con nuestros enfermos, sino cuando nos dejan respondió el doctor Kimble . Y entonces ya no tenemos ocasión de hacerles prescripciones. ¡Ah! señorita Nancy prosiguió poniéndose de golpe al lado de ella, dando saltitos , no vayáis a olvidar vuestra promesa. ¡Tenéis que reservarme una pieza, ya lo sabéis!

Y allí, en aquel aposentillo estrecho, están dos enfermos en dos camas, y se han purgado juntos, y sobre quién ha hecho más cursos , como si se hubieran de graduar en la facultad, se han levantado a matar a almohadazos.

El gran Comendador de Francia, General de las galeras, á cuyo cargo venían los 1.000 hombres que la Religión daba entre caballeros y soldados, viendo que se atendía solamente á la fortificación de la fuerza, sin tratarse más de ir á Trípol, que era para el efeto que daba la Religión aquella gente, sin cinco galeras y una galeota y dos galeones y seis piezas de artillería de batir, sin otras piezas de campaña, con el recaudo de municiones que convenía para todas, demandó licencia y se fué con ellas, y mucha gente y caballeros enfermos.

Los dos enfermos quedaron en sus camas, comentando la energía física de Melchor, mientras Baldomero se disponía a aplicarles los remedios de circunstancias, estimulándoles también a levantarse y hacer un poco de ejercicio. ¡Pero no a caballo! contestaban.

9 y sanad los enfermos que en ella hubiere, y decidles: Se ha llegado a vosotros el Reino de Dios. 10 Mas en cualquier ciudad donde entréis, y no os recibieren, saliendo por sus calles, decid: 11 Aun el polvo que se nos ha pegado de vuestra ciudad sacudimos en vosotros; pero esto sabed, que el Reino de los cielos se ha llegado a vosotros. 13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!

El siguiente dia con todo el campo pasó el estrecho, no sin gran fatiga, porque el camino era áspero, los bagajes muchos; y los niños, mujeres y enfermos. Los Griegos, aunque advertidos del camino que llevaban los Catalanes, no pudieron, ó no osaron atreverse á impedilles el paso.