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Seré buena hija. Obedeceré á mi madre. Ella sabe mejor que yo lo que me conviene. Don Fadrique no se atrevió á replicar ni á hacer un discurso subversivo de la autoridad materna. Á poco volvieron á reunirse, en un solo grupo los cuatro. Antes de entrar de nuevo en la ciudad, D. Carlos se despidió del Comendador y de las dos señoritas, y se fué por otros sitios.

Ningún deseo sentía D. Fadrique de ir á otro pueblo, abandonando á Villabermeja; pero D. José tenía cuarto preparado para recibirle en su casa de la ciudad, y sus instancias fueron tales, que no hubo más que ceder á ellas. El Comendador fué á la ciudad á pasar todo el mes de Mayo.

Clara, viendo ya á todas horas á D. Carlos y á D. Fadrique, había penetrado la diferencia de los afectos que á ambos la ligaban, y cada día los hallaba más compatibles. El Comendador le inspiraba cada día más veneración, ternura y gratitud por su sacrificio generoso. D. Carlos le parecía cada día más agraciado, bello, enamorado, ingenioso y poeta. Pasaron así algunos meses más. Vino la primavera.

Tales eran los sitios por donde paseaba el Comendador con las dos bonitas muchachas. Apenas salieron de la población, tomaron la senda que llaman del medio. Ellas cogían flores, se deleitaban oyendo cantar los colorines ó reían sin saber de qué. El Comendador meditaba, sentía gran bienestar, gozaba de todo, aunque más tranquilamente que ellas.

Como se ve, el éxito del Comendador en este primer intento de reanudar relaciones amistosas con la familia de Solís no pudo ser más desgraciado. No se arredró por eso nuestro héroe. Aguardó un rato en medio de la calle á fin de que no pudiese decir ni pensar Doña Blanca que él la seguía, y al cabo se fué á la iglesia Mayor, á donde sabía que la familia de Solís se había encaminado.

«viernes 24 de Agosto de 1487 años, estando ayuntados dentro en el cabildo desta dha. çibdad ques en el corral de los olmos el bachiller lorenço fernandez teniente de asistente y el licenciado francisco santillan comendador de merida y fernandarias de sayavedra e pedro mexia e melchor maldonado y diego de guzmán veynte e quatros de la dha. çibdad y el alguacil fernando de morillo y çiertos jurados de la dha. çibdad el dho. teniente lorenço fernandez presento la carta que su alteza enbio a la dha. çibdad en que le face saber de la toma de la çibdad de malaga e de la vitoria que dios le dio en ella e leida mandaron que se apregonase publicamente con trompetas e atabales y mandaron apregonar lo siguiente: manda la dha. çibdad con acuerdo del señor asistente que todos los veçinos y moradores de la dha. çibdad guarden mañana sabado fasta medio día como el día santo del domingo y cesen de sus ofiçios y labores asymismo que todas las cofradías con sus priostes e cofrades con sus candelas y sus cirios de las cofradías y con los pendones que sacan el día de corpus xpi. y con las danças de espada vayan todos mañana sabado a las seys oras del día a la yglesia mayor para que de allí todos en procesión vayan delante de la procesión general con las cruzes e el señor arçobispo que va en la dicha procesión a santiago el nuevo desta dha. çibdad la qual dha. procesión a de yr por cal de genoua a san françisco e cal de la syerpe e cal de las armas y la calle ancha de san viceynte que va a dar fasta la dha. iglesia de santiago.

Suspendamos nuestra narración para trazar muy a la ligera el cuadro de la época del gobierno de don Luis Jerónimo Fernández de Cabrera, hijo de Madrid, comendador de Criptana entre los caballeros de Santiago, alcaide del alcázar de Segovia, tesorero de Aragón, y cuarto conde de Chinchón, que ejerció el mando desde el 14 de enero de 1629 hasta el 18 del mismo mes de 1639.

Quien está desatinado eres decía el padre. ¿Á dónde vas? ¿No calculas el escándalo de lo que te propones hacer? Déjeme V., Padre. Yo no calculo nada. Esto es una perdición. Dios te ha dejado de su mano. Oye cuatro palabras con reposo y haz luego lo que quieras. Carezco de fuerzas para detenerte. El P. Jacinto cedió en su resistencia y el Comendador se paró á escucharle.

Las ilusiones del doctor Faustino; 2 tomos, 5 y 6 pesetas. El Comendador Mendoza; 2,50 y 3 pesetas. Pasarse de listo; 2,50 y 3 pesetas. Cuentos y diálogos; 2,50 y 3 pesetas. Poesía y arte de los árabes en España; 3 tomos, 9 y 10 pesetas. Disertaciones y juicios literarios; 6 y 7 pesetas. Algo de todo; 2,50 y 3 pesetas. Dafnis y Cloe; 3 y 3,50 pesetas. Estudios críticos; 3 tomos, 9 y 10 pesetas.

Sosiégate; tu marido está fuera... Idos, muchachas añadió, dirigiéndose á las dos amigas. Dejadme solo con la enferma, á ver si logro que se sosiegue. Clara y Lucía, como si estuviesen allí clavadas, no se movieron. Doña Blanca prosiguió: Ten valor y mátame. Tu honra lo exige. Es necesario que mates también al Comendador. Está condenado. Se irá al infierno y me llevará consigo.