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Actualizado: 9 de septiembre de 2024
Me juzgaría indigno del título de licenciado en Filosofía y Letras y de inculcar en la inteligencia de mis discípulos las primeras nociones de la Poética si no sostuviese que tu composición ostenta mayor variedad de tropos que la de Rojas. ¿Qué iba a hacer Tristán en vista de esta decisión inquebrantable? Se resignó como es natural.
Desengaño de amor, por el licenciado D. Pedro Soto de Rojas: Madrid, 1623, fol. 181. Véase, entre otros, á Christóbal Suárez de Figueroa, Plaza universal de todas las ciencias y artes: Madrid, 1615, pág. 63. A Christóbal de Mesa, El patrón de España, 1611, pág. 218. A Juan Yagüe de Salas, Los amantes de Teruel: Valencia, 1616, apéndice.
Y, antes que ella respondiese, dijo el licenciado: ¿Hacia qué reino quiere guiar la vuestra señoría? ¿Es, por ventura, hacia el de Micomicón?; que sí debe de ser, o yo sé poco de reinos. Ella, que estaba bien en todo, entendió que había de responder que sí; y así, dijo: -Sí, señor, hacia ese reino es mi camino.
»Juan cursó en Alcalá letras humanas, teología, derecho civil y canónico; á los diez y ocho años era bachiller, á los veintiuno licenciado; montaba á caballo como si á caballo hubiera nacido, y en cuanto á esgrimir los hierros, vencía á su padre; y aun á mí mismo, que ya sabes que meto una estocada por el ojo de una aguja, me hacía sudar y andar listo.
Pero como ambas son interesantes para conocer la literatura dramática española á principios del siglo XVII, copiaremos aquí el catálogo de ellas: Parte tercera de las comedias de Lope de Vega y otros autores con sus loas y entremeses: Barcelona, 1614. Los hijos de la barbuda, de Luis Vélez de Guevara. La adversa fortuna del caballero del Espíritu Santo, del licenciado Juan Grajales.
Y precedió al joven por unas obscuras escaleras murmurando: ¡Y que por estos quehaceres no pueda yo oír como todos los días la misa del licenciado Barquillos! ¡Válgame Dios! En una habitación magníficamente amueblada, extensa, iluminada blandamente por una lámpara de noche, al través de un cortinaje de damasco, en una ancha alcoba y en un no menos extenso lecho, dormía una mujer sumamente bella.
En lo que faltaba del camino, les fue contando el licenciado las excelencias de la espada, con tantas razones demostrativas y con tantas figuras y demostraciones matemáticas, que todos quedaron enterados de la bondad de la ciencia, y Corchuelo reducido de su pertinacia.
Hecha la paz, en la primavera se reconstruyó la casa de «El Encinar»: los leñadores, los almadreñeros, los albañiles, los almadieros y demás obreros del país prestaron su concurso. Casi al mismo tiempo el ejército fue licenciado; Gaspar se cortó los bigotes, y tuvo lugar su matrimonio con Luisa.
Peor resultado dió todavía el bastón de estoque que D. Juan Crisóstomo tuvo á bien comprar. El furor del Canelo, cuando se hizo cargo de que el licenciado había adquirido un nuevo bastón, no tuvo límites. Era una ofensa que sólo podía lavarse con sangre. Fué menester que Pedro le machacase á golpes y después le atase para conseguir apaciguarlo.
Sus espuelas arañan las losas, tric, tric, tric, tric, y a veces la contera va dando contra el muro, tac, tac... Mi padre dice que Ramiro desciende de los linajes más antiguos y claros de Castilla. Tric, tric, tac, tac remedó burlescamente la dueña. ¡Licenciado no le quiero, pero si volviese aína de alguna guerra, con la jineta de capitán! Don Alonso no perdió una sola palabra de aquel diálogo.
Palabra del Dia
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