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A medida que sus ilusiones decaían, determinábase en su alma un cambio de sentimientos; simpatizaba más con el pueblo, a quien creía oprimido, y le entraba un vivo aborrecimiento de la gente grande. Lo más extraño era que, sin ceder en su vanidad ni en lo que pudiéramos llamar coquetería de la desgracia, seguía encariñada con el bonito papel de María Antonieta en la Conserjería.

Volvió en y se encontró al lado de un guarda de la exposición que la miraba con asombro y refunfuñaba. Clementina balbuceó: Hace mucho calor aquí.... He tenido un momento de turbación.... Y fuera de , no pudiendo permanecer ante aquel retrato sin ceder al deseo de rasgar la tela, huyó, mientras el empleado decía severamente: ¡No se debía dejar entrar aquí á las locas!

Julio acabó por ceder su lugar, repartiendo entre los menesterosos y los imprevisores todos los comestibles de que le había proveído Argensola. Los restoranes de las estaciones parecían saqueados.

En algunas estaciones se presentaban muchachas vestidas de blanco, con escarapelas y banderitas sobre el pecho. Día y noche estaban allí, reemplazándose, para que no pasase un tren sin recibir su visita. Ofrecían en cestas y bandejas sus obsequios á los soldados: pan, chocolate, frutas. Muchos, por hartura, intentaban resistirse, pero habían de ceder finalmente ante el gesto triste de las jóvenes.

Es demasiado orgulloso para ceder por ese procedimiento. Atacar a un español por las amenazas, es lo mismo que acariciar a un lobo a contrapelo. Si las amenazas no sirven para nada, tengo otra idea. Hago testamento en favor del marqués, le devuelvo sus millones hasta el último céntimo y después me mato. ¡Vaya una idea! ¡Muy bonita! ¿Y qué habrás adelantado con eso? ¡No seas tonta!

Clementina, después de haber pasado una parte de la noche rabiando y llorando, acabó por calmarse y se levantó con el propósito decidido de ceder en todos los puntos para no alejar á Fortunato, sin perjuicio de reconquistar, una vez realizado el matrimonio, todas las posiciones abandonadas.

De pronto surgía la protesta, el cisma, la herejía. Ya habían hecho bastante de capellanes los que estaban en el altar. Debían ceder las casullas á los que miraban, para que, á su vez, ejerciesen el sagrado ministerio. Esto era lo tratado.

Es probable que la soledad hubiese dejado mayor actividad al dolor, y que su razón, mal curada de las fuertes pruebas a que había sido sometida, hubiese acabado por ceder. Se añade que algunas almas compasivas se habían esforzado en retenerle haciéndole observar que los caminos estaban impracticables y que era peligroso continuar el viaje; pero él se obstinó en su resolución.

A mitad del verano dejó de escribir a Julia. El administrador y yo creímos que la señorita se moría: doña Carmen llegó a Madrid enferma del disgusto, porque ya se traía tragada la infamia. ¡Qué cosas le dijo a su hija! No hubo medio de evitarlo: él amenazó con sacarla depositada, y, ante el escándalo, hubo que ceder. Este es el secreto de todo. Como V. puede imaginar, se acabó la tranquilidad.

Dió un paso hacia la puerta pero el pensamiento de quedarme sola con aquel cadáver me quitó toda mi energía. Mi suprema honradez, vencida por los argumentos capciosos de aquel miserable, vacilaba, pronta á ceder.