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Si, con relación á sus argumentos, nos hacemos cargo de la multitud innumerable de sus dramas, se nos presenta en primer término una larga serie de cuadros, fundados en la historia ó en la tradición nacional.

Prefiero yo no repetir aquí los argumentos que tantas veces he escrito en contra de esa fórmula, cuyo sentido social ha variado completamente desde entonces. A los que se interesen por el asunto, les aviso que hallarán combatida la tesis de Sarmiento en mi libro Blasón de Plata.

Además, que en este punto tampoco seria posible el engaño: el público rechazaria una filosofía que tuviese tales resultados, sin querer ni aun juzgarla en sus principios; diria que nada entiende sobre el fondo de las cuestiones, ni la marcha artificial e intrincada de los argumentos; mas sin pararse en esto, decidiría bien pronto que una filosofía que conduce á tales conclusiones, no puede ser verdadera en sus bases.

Es verdad que estaba, pero yo lo he negado, y para dar más fuerza a mis argumentos he dicho: «Pregúntele usted al Sr. D. Gabriel, y como no diga que estuvimos juntos viendo sacar agua de la noria...». Pues vamos allá. Entramos, pues, y en la reja del patio, el criado nos dijo que la señora doña María había salido.

Emma rabiaba, azotaba el aire; y aumentaba su cólera porque no podía explicar a las muchachas, decorosamente, los argumentos con que todavía seguía oponiéndose a la sentencia facultativa.

Cecilia, en pie, en medio de la habitación, le escuchaba inquieta y confusa, sin saber qué replicar. Quería defender a su hermana; pero no encontraba argumentos bastante poderosos para contrarrestar los de su cuñado.

Vérod cayó de rodillas, rompiendo a llorar. Y en medio de su llanto oyó claramente la voz que le decía: «Perdona...» Al día siguiente le llamó el juez. Era la primera vez que se encontraba ante el magistrado desde el día en que éste, después de triunfar sobre sus argumentos, le había dicho que creyera en el suicidio.

Con este principio de luz natural se compone muy bien lo prodigioso de los mysterios y de los milagros, de modo que no se puede dudar racionalmente que Dios los pueda hacer, sino si los ha hecho, y esto lo tenemos probado ya en los argumentos antecedentes.

Distinguía estas dos ideas en absoluto, sin que influyera nada en él ni la idea de utilidad, ni aun la de bondad. Pareciole encantadora una mariposa que extraviada entró en su cuarto. Un tintero le parecía horrible, a pesar de que su tío le demostró con ingeniosos argumentos, que servía para poner la tinta de escribir... la tinta de escribir.

Y su entendimiento también, ilustrado de mayor luz y acompañado y fortalecido por la fe, respondía a los argumentos susodichos, aquietándose con la victoria. Allí nada había de afectado ni de convencional. Era el ser del Padre, que se retrataba fielmente.