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Actualizado: 23 de septiembre de 2024
Miráronse y debieron leer recíprocamente en sus almas y a un mismo tiempo el sentimiento de pena por la muerta y de dolor por la ausencia que sobre ellos se cernía, pues Amaury dijo, rompiendo el silencio: De los tres yo quedaré más abandonado que ninguno. Ustedes podrán verse una vez cada mes, pero yo... ¡triste de mí!... ¿Quién me traerá noticias suyas? ¿Quién les dará a ustedes las mías?
Esto, aunque dicho muy quedamente, fue oído de Izquierdo, que rompiendo a reír, soltó esta andanada: «¡Pues no dice este judío Dio que hoy mata él!... ¿En qué plaza, camaraíta?».
Se representaba a la orgullosa señorita de García rompiendo el sobre, leyendo, palideciendo, llorando... ¡Que pene! decíase a sí propia la oradora . ¡Que sufra como yo!... ¿Y qué tiene que ver?
El valeroso Chaves caminaba La vuelta del Perú donde ha salido, Con trabajo sobrado que pasaba, De gente que el camino le ha impedido. A muchos fuertemente conquistaba, Y á su diccion y mando ha sometido, Rompiendo fuertes y altas palizadas, Con obras muy heroicas y afamadas.
No con tanta presteza el rayo ardiente Pasa rompiendo el ayre en presto vuelo, Ni tanto la cometa reluciente Se muestra ir presurosa por el cielo, Como estos dos por medio de tu gente Pasaron, colorando el duro suelo Con la sangre Romana, que sacaban Sus espadas do quiera que llegaban.
Me encuentro en un gran compromiso dijo Montiño renunciando de todo punto á hacer cargos á su mujer, y rompiendo para salir de la situación por donde primero se le ocurrió. ¡Un compromiso! Sí, por cierto, tengo un sobrino. Pues no comprendo... Ese sobrino ha venido á Madrid. ¿Y bien? Necesito traerle á vivir aquí. ¡Aquí, como quieras! Pero hay un obstáculo. ¿Cuál? Inesita. ¡Ah!
La imagen de Castro surgió en su memoria. También éste había presenciado dos días antes el paso de un tren. Recordó su impresión, tan honda y poderosa, que le había impulsado á abandonar Villa-Sirena, rompiendo con su pariente. Vió, tal como él se lo había descrito, el rostro amargo de aquel soldado rojo que lo insultaba con su desprecio. ¡Aún queda un lugar!...
Y tomando el sombrero y sin despedirse de nadie, se fue a escape a su casa devorado por la impaciencia, y rompiendo el sobre con mano temblorosa, leyó la carta que sigue: «Mi queridísimo Ricardo: Hace ya tiempo que deseo comunicarte un pensamiento que me preocupa, sin atreverme a ello.
Al despedirse de Cirilo le dijo Elena: Hazme el favor de pagar a los criados y cerrar la casa. ¿Cerrar la casa? exclamó aquél. Sí replicó Elena rompiendo a llorar . Yo no volveré ya más, suceda lo que suceda. Y se apresuró a montar en el coche. En el trayecto a la estación Visita la besaba cariñosamente y le decía al oído: ¡Ánimo, Elena! El corazón me dice que volverás a ser feliz.
Y el otro viejo, sin dejar de sonreír, pero rompiendo también a llorar, se arrojó en ellos murmurando: ¡Ochenta y seis años!... ¡Ochenta y seis años esperándote!... Mientras tanto, la marquesa de Villasis y el otro padre habíanse salido del cuarto, y aquel explicaba a la dama la historia del viejo.
Palabra del Dia
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