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Ya escribí la otra carta, para que no te veas en el compromiso de leer ésta delante de tus tías, y así será en lo de adelante. Dos cartitas: una para y para todos, otra para... «mi Rodolfo». Cuida mucho de tus tías, particularmente de doña Carmelita. Piensa que la pobre está muy enferma, muy nerviosa, y necesita cariño y amor. Ya les escribo cuatro renglones.

Mi padre me contó que el compromiso de Máximo con Luciana data de un año, e insistió con bondad en ese punto, dándome a entender que, en aquel momento, Máximo no me conocía. ¡Pobre padre! Le cuesta trabajo comprender que se pueda preferir a Luciana, y acaso creía que mi amor propio sufría más que el suyo. Y se engañaba, porque no es eso lo que me hace sufrir.

Por eso, para que usted pierda toda mala sospecha, para que no quede la posibilidad de un engaño y todo se aclare por solo, voy a proponerle, si acaso usted no ha empezado a despreciarme, que nos casemos... No es el antiguo compromiso que yo exigía lo mantuviéramos secreto; la prueba que quiero darle es inmediata, ya mismo, en estos días.

Porque con la presencia continua de unas mujeres tan animosas y alegres como aquellas dos, más el trajín en que anduvieron empeñadas y el entrar y salir de tantas y tan distintas gentes en los últimos días, no había podido conocer yo en su verdadera magnitud el vacío que dejaba en la casona la muerte de su venerable habitador y dueño, que, vivo, la llenaba toda, y era además el lazo que me amarraba a ella con la fuerza de mi compromiso, fundado principalmente en la consideración de lo que él estimaba el regalo de mi compañía.

Los dos se habrían unido para siempre, pero no se habrían contentado con un tácito compromiso, habrían solicitado la sanción social y la divina, porque la ley moral quiere que el amor sea el fundamento de la familia: así no muere, o tal vez se transforma. Nosotros nos hemos conocido demasiado tarde. Yo no niego que se pueda amar más de una vez, principalmente de parte de los hombres.

Bajóse la duquesa y tomó el papel. Era la carta que había compuesto para ella el duque de Osuna. Se fué, latiéndola el corazón, á la luz, y leyó el doble contenido que ya conocen nuestros lectores. Apenas la leyó rápidamente, cuando corrió á la puerta. Necesitaba conocer al hombre audaz, causa del compromiso horrible en que se encontraba.

Quizá le dolería a él por lo pronto, pero más tarde me lo agradecería. Más tarde sentiría la satisfacción de verse libre de un absurdo compromiso. El compromiso exclamó Juanita enojada no es absurdo ni repentino.

Gracias á esta conducta, que pasa de hábil y raya en primorosa, D. Casimiro no había sido despedido; sus amores con Nicolasa habían sido como aurora, como amanecer poético de un día, que no llegó por haberse interpuesto el compromiso con Clarita.

Cuando me levanté yo, ya estaba ella de vuelta, como quien dice. ¿No es verdad, Nieves? Hay que advertir también que antes de acostarnos anoche habíamos pactado cierto compromiso... Pero que diga ella si le ha pesado la madrugada... ¿De manera que la ha gustado la situación de Peleches? ¡Oh, muchísimo! Vaya, pues lo celebro infinito; porque temía yo lo contrario. ¿Por qué, recanástoles?

Pero es el caso que una niña, muy guapa y muy devota a la vez, me ha pedido que ponga en letras de molde esta conseja, y ya ven ustedes que no hay forma de esquivar el compromiso. ¡Ay, que se quema! ¡Ay, que se abrasa el ánima que está en pena!