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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Decid á doña Clara Soldevilla, me dijo, si queréis sacar de un negro compromiso á su majestad la reina, que diga que no puede venir porque está enferma; que os siga, sin embargo, porque su majestad la necesita, y que cuando el rey haya salido de la cámara de su majestad la reina, entre á verla; para que el rey salga, decid á su majestad de mi parte que yo le pido audiencia para un asunto gravísimo, que no he podido encontrar quien me anuncie por la hora que es, y que me valgo de vos.
Si decía que Quevedo le había quitado la carta, se comprometía. Si decía que la había perdido... la carta podía parecer y era un nuevo compromiso. Si rompía por todo y no llevaba aquella carta á la abadesa, ni volvía á ver al duque de Lerma, y se iba de Madrid... Esto no podía ser. Estaba comprometido con el duque. Estaba comprometido con la Inquisición.
Cuando hubo acabado de escribir, entregó el papel á Montiño. Tomad, idos le dijo ; á las ocho todo ha de estar dispuesto. ¿Lo entendéis? ¡Adiós, señora, adiós! dijo Montiño, y salió apresurado, porque le parecía que saliendo de allí, se libertaba del horrible compromiso en que se veía metido. Pero al abrir la puerta se encontró delante al tío Manolillo.
El perro recordó que ya había visto aquella cara en otra parte, pero no quiso dar su brazo á torcer ni confesar que se había equivocado, y siguió ladrando, aunque sin gana y por compromiso. ¿Qué es eso, Canelo?... ¿Te olvidas de los amigos?... Guau, guau, guau. ¿Dónde dejaste á tu amo, Canelo? Guau... guau. ¿Venís de caza, Canelo? Guau...
Ciertamente; sirviendo á Lerma, me servís, porque el duque es mi más leal vasallo. Lo podéis afirmar, señor... el duque de Lerma... La duquesa se encontraba en ascuas: lo que la sucedía era un verdadero compromiso, porque, al fin, el rey era el rey.
Don Fadrique López de Mendoza no era de los que condenan todo lo que se hace cuando no se les consulta. Halló bien lo hecho por su maestro, y lo aplaudió. Hasta la turbación y mutismo final del fraile le parecieron convenientes, porque no habían traído compromiso, porque no se había soltado prenda. Ya hemos dicho que el Comendador era optimista por filosofía y alegre por naturaleza.
¡No, Isabel, no!... Que cuando un partido está en desgracia, su política ha de ser siempre la de barrer para adentro... Por eso la señora me contestó hace poco que la invitaría para la primera comunión de nuestro príncipe en Roma... ¡Figúrense ustedes el compromiso que será para mí si la señora da ese paso en falso!... ¡Jesús, Jesús, qué disparate!... Pero, Isabel, cabeza de pájaro, ¿por qué no me dijiste eso a mí solo?...
La madre de Dorotea desaprobó, sin embargo, este compromiso con un mancebo pobre, y se propuso atraer á sus redes á un extranjero principal, á quien su sagaz hija, no creyendo conveniente rechazarlo por completo, retuvo con tibios halagos.
Iban asimismo un caballero de edad media, barba gris y voz de sochantre, llamado D. Dionisio, y un jovencito sonrosado, de fisonomía dulce e interesante que respondía por Godofredo Llot. D. Laureano no daba señales de recordar el compromiso contraído.
El deseo de salvarnos nos hace cobardes, y á pesar de las promesas que se me han hecho, me preguntaba con angustia si no tendría que temer algún engaño. He reflexionado para decidir si cumpliría el compromiso que he adquirido ó si me sustraería á él por la fuga. Cuando usted ha llegado, dudaba. Ahora estoy resuelta. ¿Te vas? Me quedo. ¡Te pierdes! Pero salvo á un inocente. ¡Estás loca!
Palabra del Dia
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