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Ya ha oído usted, capitán; usted es quien debe decidir... Al ver a aquel guapo y altivo oficial que era su hijo, el conde experimentó una sensación desconocida, un irresistible impulso de orgullo paternal. Dio un paso adelante con los brazos abiertos, pero Carlos se inclinó, muy pálido, y dijo con voz ahogada: Caballero, no puedo ya pedir a usted reparación ni quiero aceptar ninguna.

Conviene que se sepa que doña Inés tenía un carácter tan dominante, que no se aquietaba ni se satisfacía como no decidiese y gobernase cuanto hay que decidir y gobernar.

Además, la actitud del pueblo le impidió decidir por si solo en tan árduas circunstancias, y acordó reunir una junta auxiliar compuesta de un miembro por cada tribunal, corporacion y clases de la sociedad.

Por fin hubo de salir por este registro: «Eso de que me ocupe o no me ocupe, no eres quien lo ha de decidir. ¿Pues qué? ¿Han tocado ya a emanciparse? Estás fresca. ¿Crees que se te va a tolerar ese cantonalismo en que vives? ¡Me gustan los humos de la loca esta!... Ya te arreglaré, ya te arreglaré yo».

Mientras la una y otra parte se trataba del caso, vinieron casi á rompimiento, remitiendo su pretension á las armas, conque muchas veces dentro de las murallas de Galípoli estuvieron para darse la batalla; porque como no habia quien pudiese decidir la causa, por estar el ejército dividido, llevados todos de las obligaciones, y aficion que cada cual tenia, no se podian gobernar, ni limitar como convenia para el bien comun.

Así es que si al principio se irritó con las confidencias del bufón, que suponía á Montiño un mozalbete lenguaraz y villano, como muchos de los que abundan en la corte, después, más serena, se dijo: Cuando una persona se refiere á otra debemos, antes de decidir, ver si hay en la persona que refiere algún interés en favor ó en contra de quien se ocupa.

Todos se levantaron, y Hullin, entrando en la cocina, dirigió a los guerrilleros esta sencilla alocución: Amigos míos, acabamos de decidir que se lleve la resistencia hasta lo último.

Entre las mil mojigangas ridículas de que tantas veces se había reído en las logias, destacábase entonces en su imaginación algo terrorífico, algo amenazador, que tomaba forma sensible en aquella palabra misteriosa que siempre había pronunciado riendo y recordaba ahora temblando: ¡Neckan! ¡Venganza!... Preciso era obrar con prudencia y reflexionar, y pesar, y medir, y decidir sin tardanza...

En tan crítica situacion, y fuera de con un suceso que tal vez iba á decidir de la suerte del pais, trató Bolívar sin embargo de sostenerse, y lo hizo asi durante tres dias; pero al saber que los españoles de Valencia se dirigian ya hácia alli y que sus puestos avanzados se pasaban al enemigo, antes de abandonar Puerto-Cabello quiso tentar fortuna y mandó á su encuentro unos 200 hombres con los coroneles Mirés y Jalon.

No había querido decidir consigo mismo si era realista o republicano, liberal o no liberal, partidario de esta Constitución o de aquella. En religión y en filosofía era menos perezoso; pero, si en política era indiferente, en esto otro era vacilante. En aquéllo, poco le importaba no resolverse; en ésto, a pesar suyo, no se resolvía.