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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Precedido de don Pedro, echó a andar látigo en mano y resonándole las espuelas, de modo que la imagen bélica que acababa de emplear parecía exacta, y cualquiera le tomaría por el general que acude a decidir con su presencia y sus órdenes la victoria. Su continente resuelto infundía confianza.

En la enorme turbación de su ánimo no podía decidir nada. «Pero si, basta tener ojos decía , para conocer que esta hucha no es aquella... En esta el barro es más recocho, de color más oscuro, y tiene por aquí una mancha negra... A la simple vista se ve que no es la misma... Dios nos asista. ¿A ver el peso?... Pues el peso me parece que es menor en esta... No, más bien mayor, mucho mayor... ¡Fatalidad!».

El Padre se acababa de decidir a escribir sobre otro, que singularmente le importaba, que le preocupaba hacía tiempo, que pesaba sobre él, y del que era menester desahogarse. Por esto la pluma corría. El padre estaba fijando en el papel lo más recóndito de su alma.

Que haya obras de esta clase en el día y cuáles sean, es lo que yo no me atreveré a decidir. La sentencia es ardua. La posteridad la dictará sin duda. Limitémonos nosotros a reconocer el mérito relativo de los que interesan, divierten o entusiasman con sus escritos, aunque sea durante corto número de años, a determinado número de personas, que llamaremos su público.

No le quedaba más esperanza que decidir a Marta a representar hasta el fin su triste comedia con el intendente. Catalina sabía bien que su amiga acogería ese consejo con horror, tanto más cuanto que había sorprendido por sus palabras que el odio del aya hacia él no había hecho sino aumentar; pero, ¿qué hacer contra un concatenamiento de circunstancias fatales?

En cuanto a esa señora y su hija, mi amigo no puede tomar igual determinación, y, aunque la adoptase, sería en balde. ¿Ella no quiere recibirme? Pues Vd. verá lo que deciden. Yo, ¿qué he de decidir? Nada. ¿No entiende Vd., o no quiere entender? Don José va a ser trasladado en breve a la casa elegida por su hijo. Esas señoras resolverán lo que estimen oportuno.

El deseo de salvarnos nos hace cobardes, y á pesar de las promesas que se me han hecho, me preguntaba con angustia si no tendría que temer algún engaño. He reflexionado para decidir si cumpliría el compromiso que he adquirido ó si me sustraería á él por la fuga. Cuando usted ha llegado, dudaba. Ahora estoy resuelta. ¿Te vas? Me quedo. ¡Te pierdes! Pero salvo á un inocente. ¡Estás loca!

Pero quien sienta los encantos de la poesía romántica, de la más florida imaginación, de la inventiva más inagotable, de los juegos más variados y agudos del ingenio y del enredo, del análisis más delicado del corazón humano y de sus sentimientos, lea las comedias de este español distinguido, y podrá entonces decidir si hay ó no razón para mirar con desprecio, desde tal altura, las miserias y pequeñeces que en otras naciones usurpan aquel nombre.

Tened paciencia, Marta, todo depende de vuestra voluntad y resolución de espíritu: se os deja el derecho de elegir; estáis llamada a decidir vos misma vuestra suerte. , , conocéis hasta qué punto puede y debe extenderse el sacrificio de una madre; pronto vais a saberlo, porque contáis para ello con un medio infalible.

Se cuenta que el maestro Raimundico era escéptico por naturaleza; dudaba mucho de todo y apenas se decidía a formar juicios, sin examinar antes detenidamente las cosas y enterarse bien de ellas. Sobre su hijo hacía tiempo que tenía su juicio en suspenso, sin decidir si el chico era discreto o tonto. Tratar de ponerlo en claro era uno de los propósitos que tuvo al llamarle al lugar.

Palabra del Dia

bagani

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