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Los dragones, revólver en mano, tenían que apelar á la amenaza para reanimarlos. Sólo la certeza de que el enemigo estaba cerca y podía hacerles prisioneros les infundía un vigor momentáneo. Y se levantaban tambaleantes, arrastrando las piernas, apoyándose en el fusil como si fuese un bastón.

El genio especulador de Salabert les infundía vértigos de asombro, como si se pusiesen a calcular cuántos vestidos podrían comprarse con sus millones. Y él, tan flexible generalmente, que había llegado al puesto que ocupaba, según propia confesión, a fuerza de puntapiés en el trasero, al hallarse entre sus adoradores los maltrataba sin piedad.

Se había ido á París para hacerse soldado, ¡y él tenía tantos amigos soldados!... «La Generala», por ser mujer, le infundía más interés, excitando su maledicencia. Yo creo dijo, con su sonrisa de misógino que se fué por celos, por despecho. La duquesa de Delille ha acaparado á ese teniente que le presentó ella. Hasta parece que el tal teniente ha tenido un duelo...

Aresti no quiso protestar. No le infundía repugnancia el mote de su primo. ¿Inquisidor? sea. Toda la España, ansiosa de algo nuevo, sentía lo mismo que él, sólo que no llegaba á razonar sus impulsos. En otros pueblos más adelantados, la crisis religiosa, el paso de la Fe á la Razón, se había verificado dulcemente, en medio del respeto y la libertad.

Se apearon y los tres entraron. Uno de ellos era de buena estatura y a todos infundía un respeto que más bien parecía miedo o superstición. El cura se arrodilló delante de él y le besó la mano. Tenía mucha jaqueca y ningún apetito. Subió, encerrose en la habitación que se lo tenía preparada.

De todas suertes, el momentáneo alivio de Pilar era tan patente, que le consentía dar todas las mañanas algunos cientos de pasos por la calle, cogida del brazo de Lucía; y el alimento no le repugnaba invenciblemente como antes. A la verdad, infundía tristeza en aquellos días de fin de Octubre, el aspecto de Vichy.

Desnoyers contestaba indignado: Eso de Bélgica es una traición... Y una traición nada vale entre personas decentes. Lo decía de buena fe, como si la guerra fuese un duelo donde el traidor quedaba descalificado y en la imposibilidad de continuar sus felonías. Además, la heroica resistencia de Bélgica le infundía absurdas ilusiones.

No bien Rafaela trazó este plan, el obediente y sumiso Sr. de Figueredo le aceptó y empezó a realizarle. En la parte primera del plan había un punto que Rafaela no quiso tocar, ni menos señalar, no por hábil, sino por modesta y desprendida. Este punto le adivinó, le tocó y le señaló el propio D. Joaquín, impulsado por el afecto y por la admiración que Rafaela le infundía.

La ciencia le infundía respeto y miedo al vivir algo apartada de la religión; por eso creía ciegamente en sus prodigios, como el devoto cree en el inmenso poder del diablo. Otras veces resucitaba su incredulidad. La guerra sólo puede resolverse con soldados.

Hablando Leto con Nieves de éstas y otras cosas parecidas, con entero descuido, porque la marcha igual y monótona del barco no le exigía gran atención, muy a menudo la llevaba puesta, más que en las palabras que dirigía a su linda interlocutora, en el batallar de los pensamientos que le infundía la presencia de aquella criatura, confiada a su pericia y a su lealtad en aquel chinarrito del mundo, entre el cielo y la mar, en medio de la augusta quietud de la Naturaleza.