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Al pasar junto al balneario de Cestona acometióle otro ligero desvanecimiento, y Leopoldina Pastor, que unía siempre algún rasgo de locura a los impulsos de su corazón, realmente bueno y compasivo, empeñóse en hacerle beber un par de vasitos de aquellas famosas aguas medicinales.

La sangre entera de Jacobo refluyó en su rostro, y por uno de esos brutales impulsos con que, en el hombre de la naturaleza y no de la civilización se manifiesta el instinto, hizo ademán de arrancárselas a la dama.

Luis, que tantas veces había pensado en él con arrebatos de cólera, y que al verle había sentido impulsos de arrojarse a su cuello, acabó por mirarle con simpatía y respeto. ¡También la amaba! Y la comunidad en el afecto, en vez de repelerlos, ligaba al marido y al otro con una simpatía extraña. Que se vaya, que se vaya repetía la enferma con una terquedad infantil.

Acudió el dueño del hotel y toda su familia con las manos tendidas, como si le despidieran para un largo viaje. ¡Mucha suerte! ¡Que le vaya a usted bien! Los criados, suprimiendo las distancias a impulsos del entusiasmo y la emoción, también le estrechaban la diestra. ¡Buena suerte, don Juan! Y él volvíase a todos lados sonriente, sin dar importancia a la cara de espanto de las señoras del hotel.

Al contrario, en otras fiestas se observa á menudo, por desgracia, que el poeta se amolda más al encargo que ha recibido, que á seguir sus propios y naturales impulsos; el predominio de la pompa escénica, que ahoga alguna vez los arranques poéticos del autor, anuncia la decadencia del teatro, y al parecer arrastra en ella al poeta.

Pepeta se impacientaba. «¡Adentro, adentro!» Y ayudada por otras mujeres, Teresa y su hija fueron metidas casi á viva fuerza en el estudi, revolviéndose desgreñadas, rojos los ojos por el llanto, el pecho palpitante á impulsos de una protesta dolorosa, que ya no gemía, sino aullaba.

Después de probar tanto la sonrisa como el entrecejo, y viendo que nada ejercía una influencia notable, decidió por fin dejar que la niña obedeciera á sus propios impulsos.

Temblaba por ella, y a su lado se hubiera puesto para ampararla de día y de noche contra los peligros en que veía el tesoro de candor que se encerraba en aquel estuche primoroso; pero no alcanzaban sus derechos a donde llegaban sus impulsos.

Aresti no quiso protestar. No le infundía repugnancia el mote de su primo. ¿Inquisidor? sea. Toda la España, ansiosa de algo nuevo, sentía lo mismo que él, sólo que no llegaba á razonar sus impulsos. En otros pueblos más adelantados, la crisis religiosa, el paso de la Fe á la Razón, se había verificado dulcemente, en medio del respeto y la libertad.

Ni siquiera el egoísmo nacional, a falta de más altos impulsos; ni siquiera el exclusivismo y el orgullo de raza, que son los que transfiguran y engrandecen, en la antigüedad, la prosaica dureza de la vida de Roma, pueden tener vislumbres de idealidad y de hermosura en un pueblo donde la confusión cosmopolita y el atomismo de una mal entendida democracia, impiden la formación de una verdadera conciencia nacional.