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Terminada aquella conversación, Miguel de Zuheros y su doncel soltaron las riendas a sus caballos, y a buen trote, y buscando rodeos para no tropezar con la muchedumbre que atajaba el paso, se dirigieron a la Plaza del Rocío, para ver de nuevo la procesión o pompa regia, que debía pasar por allí.

A los pocos días de casado, y con gran pompa, el baratijero, ya era otro hombre distinto de lo que fue en el lugar antes de casarse: hasta la cara parecía diferente, sobre todo cuando hablaba con su mujer lo poco que hablaba; miraba bajo y mal, y parecía que le estorbaba hasta su sombra.

Pasó don Quijote al cuarto, que era un hombre de venerable rostro con una barba blanca que le pasaba del pecho; el cual, oyéndose preguntar la causa por que allí venía, comenzó a llorar y no respondió palabra; mas el quinto condenado le sirvió de lengua, y dijo: -Este hombre honrado va por cuatro años a galeras, habiendo paseado las acostumbradas vestido en pompa y a caballo.

Y en verdad que merece la pena: el arte que nació en el Oriente, que tuvo mas tarde por patria á Grecia y que por último se guareció en Roma, habita hoy en Paris. En este poderoso bazar del lujo y de la pompa, tiene en nuestros dias su templo.

Huberto, sentado cerca de ella, daba deliberadamente la espalda al mar, como para demostrar cuán poco le importaba el despliegue de la pompa solar. Sin embargo, inquieto por el silencio demasiado largo de su compañera, trató de arrancarla a su contemplación: ¿En qué piensa usted, señorita María Teresa?

Cuál fuese la pompa, y lo que más importa, el santo fervor de devoción con que desde el primero al último veneraron estos nuevos cathecúmenos la Santa Cruz, no es fácil referirlo.

El aspecto de Perla tenía un encanto de infinita variedad: en aquella niña se compendiaban y resumían muchos niños, comprendiendo desde la belleza á manera de flor silvestre de un niño campesino, hasta la pompa, en escala menor, de una princesita.

D. Luis volvió a entrar con luz, con pompa y majestad, y como dueño legítimo y señor adorado, en aquella limpia alcoba, donde poco más de un mes antes había entrado a oscuras, lleno de turbación y zozobra.

Todo era animación y movimiento, todo alborozado y estruendoso júbilo en Lisboa, en la hermosa mañana del día del Corpus de aquel año de 1521, en que el rey Don Manuel cumplía los cincuenta y dos de su edad, celebrando con gran pompa su natalicio.

También en las obras de Lope, como en las de todos los demás poetas examinadas hasta ahora, notamos extravagancias y rebuscamientos en la expresión, y una abundancia de metáforas, que no siempre podemos conciliar con nuestras ideas actuales acerca de la belleza; pero ¡cuánto no les aventajan los conceptos y exageradas hipérboles, siempre repetidas; los refinamientos y antítesis; la pompa fraseológica alambicada y exuberante de Calderón, particularmente en las obras de su juventud y de los últimos años de su vida!