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En estas piadosas visitas, voy poco a poco conociendo algunos de los huéspedes, que en ese tercer piso de la travesía de la Palha gozan de una buena vida de ciudad a doce tostones por día, fuera del vino y de la ropa limpia.

Y hay también una tinaja con una tapadera de palo, y un pequeño lebrillo puesto en un soporte que está clavado en el centro de un pintoresco cuadro de azulejos, y una toalla limpia que cuelga de la pared y flamea al viento que se cuela del patio.

Pero la joven reflexionando, se limpia ceremoniosamente en el delantal las sucias manos de tierra y las tiende a través del cercado. ¡Bien venido sea usted, cuñado! El coge las manos que le ofrecen, pero guarda silencio. ¿Está usted acaso incomodado conmigo? pregunta ella lanzándole una mirada maliciosa.

En un almíbar a punto de caramelo se meten y sacan rápidamente, poniéndolas a enfriar. YEMAS DE COCO. Se limpia bien un coco que sea fresco, se saca la carne, se ralla y se pesa. Por cada libra de coco se pondrá una y media de azúcar; se hace el almíbar, y cuando empieza a hacer hebra se echa el coco rallado, se le da unas cuantas vueltas, y se retira del fuego.

Las últimas palabras: «No soy sincera, no lo digo todo...» ¿significaban acaso que no acusaba a su marido, porque tampoco ella, por su parte, se sentía limpia de pecado?

Una montaña cubierta de bosques, en forma de cordon, paralela á la ribera del lago y que casi arranca desde la limpia y verde márgen, domina enteramente á Horgen, de manera que la graciosa villa, encerrada entre el lago y la montaña, se prolonga á lo largo de la orilla, ó muestra algunas de sus fábricas y muchas de sus casas de estilo pintoresco trepadas en escalones como escalando la montaña, en medio de jardines y huertos.

Andando en estas investigaciones, se nos presentó una mujer más que cincuentona, limpia y afable, a preguntarnos qué queríamos tomar mientras llegaba la hora de la cena, que en aquella casa era la de las ocho; porque barruntaba que debíamos de venir desfallecidos... Dímosle las gracias, asegurándola que de ningún alimento necesitábamos hasta la hora de cenar, y volvió a dejarnos solos.

La limpia blancura de los librillos, el amarillo bajo de las fajas, el gris de estraza de las cajetillas, componían una escala de tonos simpáticos a la pupila. Y los personajes armonizaban con la decoración. Preponderaban en el taller de pitillos las muchachas de Marineda: apenas se veían aldeanas; así es que abundaban los lindos palmitos, los rostros juveniles.

El muerto era un perdido, la trataba mal; ahora la pobre muchacha compara... y no sabe qué hacer para tenerme contento. Ya habrás visto lo hacendosa y lo limpia que es. , tiene su casa como antes estaba la mía. De modo que siguen aburriéndote a fuerza de disgustos.

Afeitado también, aunque sin detrimento de su barba, que brillaba suavizada por el aceite de olor, trascendiendo a jabón y a ropa limpia, vestido con traje de mezclilla, chaleco de piqué blanco, hongo azul, y al brazo un abrigo, parecía el señor de Ulloa otro hombre nuevo y diferente, con veinte grados más de educación y cultura que el anterior.