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Si yo quisiera podría hacerle mucho daño y hasta arruinarla por completo. Por eso querría tenerme bajo su dependencia; pero se acabó, estoy cansado de esta existencia. ¿Qué terribles secretos hay entonces entre vos y la condesa? dijo Marta con terror fingido . Quizá la señora condesa ha cometido alguna falta y vos la sabéis...

Recibiéronme para tenerme atado detrás de la puerta de día, y suelto de noche; servía con gran cuidado y diligencia; ladraba a los forasteros y gruñía a los que no eran muy conocidos; no dormía de noche, visitando los corrales, subiendo a los terrados, hecho universal centinela de la mía y de las cosas ajenas.

Cuando volvamos a vernos llevará usted en el pensamiento otras imágenes. Yo seré su amiga nada más; es lo que deseo. ¿Pero la encontraré aquí cuando vuelva? preguntó Rafael con ansiedad. Quiere usted saber más que todos los que me han conocido. ¿Qué yo si estaré aquí? Nadie en el mundo ha estado seguro de tenerme.

, en vanas ocasiones, ahora puedo confesarlo, ha flotado entre Luciana y yo una sombra de pesar que me indisponía con ella. Ahora a qué tenerme y soy justo con mi prometida.

Al dar los primeros pasos, advertí el extraordinario decaimiento de mis fuerzas físicas; no podía tenerme en pie, y el ardor de mi sangre, llegado a su último extremo, me paralizaba cual si estuviese enfermo.

¿Y á dónde hemos llegado? No quiero ocultároslo. A mi casa de campo del río. Creo que esta casa es del conde mi señor, y que la pintó y la amuebló para vuestras bodas. Así es. ¿Y aquí queréis tenerme? ¿Y por qué no? Ocurrencia del diablo es. Dejadme bajar, que abren la portezuela. ¿En galán os tornáis, y en dama me convertís? dijo Quevedo. por cierto; dadme la mano para bajar.

Dice la historia que era grandísima la atención con que don Quijote escuchaba al astroso Caballero de la Sierra, el cual, prosiguiendo su plática, dijo: -Por cierto, señor, quienquiera que seáis, que yo no os conozco, yo os agradezco las muestras y la cortesía que conmigo habéis usado; y quisiera yo hallarme en términos que con más que la voluntad pudiera servir la que habéis mostrado tenerme en el buen acogimiento que me habéis hecho, mas no quiere mi suerte darme otra cosa con que corresponda a las buenas obras que me hacen, que buenos deseos de satisfacerlas.

Así es, que habiéndose puesto de pie el señor Ginés de Sepúlveda para despedirse en el punto en que tuvo pendiente otra vez de su cuello aquella malhadada medalla, que si no la tuviera en su vida en aquellos aprietos de amor no se hallara, ni penitenciado ni castigado por el Santo Oficio se viera, díjole: No tan pronto, señor mío; sentaos otra vez, yo os lo ruego, que puesto que haya persona que mida el tiempo que en mi casa permaneciereis, aunque este tiempo se alargue, bien podrá creer que en la larga y severa reprensión que os mandaron me hicierais vos le empleasteis; y yo tengo que preguntaros algunas cosas, que para son de mucho momento, y no dejéis de decírmelas si las sabéis, aunque no sea más que por esa entrañable afición que decís tenerme.

Sin embargo, no lo era tanto como él se figuraba. Algunas veces la joven esposa, medio en serio, medio en broma, se encerraba en su cuarto. Allí pasaba tres o cuatro horas sin consentir que entrase, a pesar de los ruegos cariñosos que le dirigía por el agujero de la llave. Te privo de mi vista por algún tiempo decía después riendo, para que desees más el tenerme junto a ti.

Lo veo tan rendido a , tan humilde, tan bueno, cuando podría tenerme completamente dominada, subyugada, y ¡jugar conmigo como con una pobre criatura sumisa! No : a veces pienso que si yo pierdo toda clase de orgullo y de maldad es porque usted no quiere usar del imperio que tiene sobre . Y debe ser esta delicadeza suya la fuerza que más me domina.