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EL FRAILE. ¡De cuánta caridad cristiana no he de estar dotado para consentir en pasar días enteros con un apóstata, con un réprobo de la peor especie, y todo para purificar lo que tu herético y satánico contacto ha manchado; a fin de que los cristianos puedan servirse de esas mercancías sin temer la cólera del Cielo! EL GITANO. ¡Qué quiere usted, padre mío!

Está bien dijo al cabo la hermana de Reynoso con voz grave . Mi conciencia me dice que por encima de todas las consideraciones y de todas las promesas está la ley de la caridad. Yo no puedo consentir que realices lo que me has dejado adivinar. Sabrás dónde está tu marido.

¿Estás seguro de que no es chiquillada? ¡Valiente idea tienes del mundo y de las mujeres, inocente!... Yo no puedo consentir que una pindonga de esas te coja y te engañé para timarte tu nombre honrado, como otros timan el reloj. A ti hay que tratarte siempre como a los niños atrasaditos que están a medio desarrollar.

Pero aquellas manifestaciones tan extraordinariamente expresivas, lejos de enternecer a la marquesa, la provocaron a recoger su ánimo, y dijo con sequedad: «Pero ¿qué es esto?... Levántese usted, hija... No puedo consentir... Usted no me ha entendido bien...». Isidora se levantó.

Don Víctor llegó a reconocer, pero sin confesarlo a nadie, que él era menos enérgico de lo que había creído; «no, no tenía fuerza para oponerse al jesuitismo que había invadido su hogar». ¡Oh, por algo él vacilaba antes de consentir a De Pas apoderarse del ánimo de su esposa!

No quedó ni un solo musulman en Córdoba despues que hubo entrado en ella S. Fernando: todos, absolutamente todos fueron condenados á la proscripcion y á la miseria. El rey llevó el rigor hasta el estremo de no consentir que saliesen sino con lo que pudiese cada cual llevar consigo. ¿Qué hubiera hecho mas si hubiese debido conquistar la ciudad á fuerza de armas?

¡Qué contrariedad! ¿Pues no decían que ese hombre no vendría, que habia ya renunciado á sus proyectos de matrimonio? ¿No estaban, lo mismo Juanita que su madre, convencidas de que la familia de ese gaznápiro no podía consentir en semejante boda?

quién es esa... dama ilustre con quien te quieres casar. Vamos, que buena doncella te canta... ¿Y creerás que vamos a consentir tal deshonra en la familia? Dime que todo es una chiquillada y no se hable más del asunto».

Persuádase Vd., señorita, de que no he dado este paso sin verdadera aflicción de espíritu; pero, ya lo he dicho, ni mi madre ni yo podíamos consentir en aparecer como encubridores de los ambiciosos proyectos de mi hermano... Lo demás no tiene importancia... Una señorita como Vd. no puede mirar sino con frialdad o desprecio... Gracias, gracias... No me hable usted más de esa mujer.

En esta parte secundaria puedo yo valerte. Acudiré a una comparación a fin de que mejor lo entiendas. Figúrate que la historia de nuestro linaje es como drama maravilloso, compuesto por un divino poeta, el cual ni consiente ni puede consentir que se altere, ni se cambie ni una sílaba, ni un tilde de lo que ha compuesto.