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Montifiori había pensado en que él no podía ser católico al cohete, sin servirse de sus creencias religiosas.

El corazón quedó un tanto sosegado, pero en cambio todos los músculos o tendones de la atribulada señora empezaron a contraerse con fuertes dolores, impidiéndole por algunos meses servirse en absoluto de sus miembros, dejándola reducida al cabo, como gran mejoría, a caminar apoyada en su marido o en una de sus hijas.

Señor cura, vos mismo me habéis enseñado el otro día, que la razón es la más bella facultad del hombre. Sin duda, sin duda, cuando el hombre sabe servirse de ella. Por otra parte hablaba de los hombres hechos y no de las chiquilinas. Señor cura, los pajaritos prueban sus fuerzas al borde del nido.

Aquí depositó el pálido eclesiástico su biblioteca, rica en enormes libros en folio forrados en pergamino, que contenían las obras de los Santos Padres, la ciencia de los Rabinos y la erudición de los monjes, de cuyos escritos se veían obligados á servirse con frecuencia los clérigos protestantes por más que los desdeñasen y hasta vilipendiasen.

Sorprende en verdad que teniendo España en el siglo XIV una arquitectura tan bella, tan gallarda, tan cristiana en su fisonomía como la gótica del segundo período, fuese ese rey á servirse de la sarracena para labrar la capilla real de Córdoba; pero si bien lo consideramos, este hecho nada tiene de estraño.

Contra los dolores insoportables, contra la necesidad de inquietud y reposo, el sentimiento religioso que prohíbe la muerte voluntaria puede ser ineficaz; el amor, la esperanza de satisfacer una pasión esencialmente vital, reconcilian más prontamente con la vida. Pero ¿qué valía aquella presunción? ¿Cómo servirse de ella para inculpar a dos personas?

Después de servirse un espléndido buffet, los novios partieron a su rica posesión de los Robledales, en Aragón». Y quien habla de las golondrinas claro está que se refiere igualmente a toda la caterva de pájaros que habían sentado sus reales tanto en las huertas de Nieva como en los inmensos pinares que bordaban las orillas de su ría.

Pero sigamos, señores, no ha sido nada, añade volviendo en . ¡Oh honradas casas, donde un modesto cocido y un principio final constituyen la felicidad diaria de una familia, huid del tumulto de un convite de días! Sólo la costumbre de comer y servirse bien diariamente puede evitar semejantes destrozos. ¿Hay más desgracias? ¡Santo cielo! ¡, las hay para , infeliz!

Gruñó todavía un rato, y después, volviéndose hacia Polidora, que entró a darle unos periódicos, la interpeló en tono de buen humor: Y bien, Polidora, ¿qué dice usted de mi hija? La mujer se regodeó con aire de suficiencia y dijo no sin desdén: Es una joven sencilla y sin malicia, seguramente... Pero no sabe llevar un vestido ni servirse de sus ojos... ¡Alto ahí, Polidora!

La tripulación se compone de veintiséis hombres. La arboladura tiene dos palos, lo que permite servirse de las velas y ahorrar el carbón... Y hasta hay á bordo cuatro buenos cañones, añadió Marenval, que parecía decidido á hablar siempre que debía callarse. ¿Y qué piensan ustedes hacer con esa artillería? dijo una voz burlona. ¿Van ustedes á bombardear Malta ó á tomar Trípoli?