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¡Vamos, vamos! niña; vos sabéis que esta tela os agradaba y teníais buenas razones para ello, puesto que vuestro rostro es del color de la crema. Estaría bueno que llevarais lo que a me sentara bien. Lo que no apruebo es vuestra idea de que me vista como vos. Pero hacéis de lo que queréis. Así ha sido siempre, desde cuando comenzasteis a caminar.

Dijo algo; pero la fuerza no le entendió. Comenzaron a caminar hacia casa, que ya no estaba lejos. Mas antes de llegar a ella, don Roque, que soplaba y bufaba como una ballena, e imitaba en lo posible la marcha jadeante y arremolinada de este cetáceo, se paró de repente, y pronunció en alta voz un largo discurso, del cual no entendió Marcones más que la palabra ladrones, repetida bastantes veces.

Esta misma tarde llegó la partida que se habia despachado, y no hallaron vestigio alguno, aunque llegaron á la falda de la sierra. Este dia se caminarian como 12 leguas. Dia 17. Dejamos el rio de los Sauces, y comenzamos á caminar por dentro de la sierra, de la cual se despeñan muchos arroyos.

¡Es posible ponerse en ese estado! ¡Pero si estás cubierta de barro! Dime ¿qué extraño placer encuentras en caminar durante horas enteras sobre la tierra mojada? Dirás lo que quieras continuó, después de un bostezo prolongado, el campo es insípido en esta época, y es necesario, para complacerse en él, tener gustos muy extravagantes o... ¡estar enamorada!

La bestia, presa de estupor, quedó un instante atónita y temblando. Se alejó luego al paso, inundando el pasto de sangre, hasta que a los veinte metros se echó, con un ronco suspiro. A mediodía el polaco fué a buscar a su toro, y lloró en falsete ante el chacarero impasible. El animal se había levantado, y podía caminar.

Pues los hombres se portan como hombres. Vamos a castigar la insolencia de ese pelgar. ¡Vamos! profirió con firmeza el capellán, echando a andar en dirección a su casa. Por ahí no, don Segis. Por donde usted quiera. Los dos clérigos se cogieron del brazo y empezaron a caminar, no sin ciertas vacilaciones explicables, en dirección al café de la Marina.

De esta manera, con gran fatiga, llegamos á un río, donde recobrados con algunos peces que pescamos, hicimos alto en donde poco antes había estado una tropa de infieles. Estaba ya tan acabado de fuerzas el P. Joseph, que era muy poco lo que podía caminar, y entre tanto se pasaron muchos días sin llegar á la boca sino alguna poca de fruta silvestre.

La estrechez del sendero no les permitía caminar de dos en dos. Lili llevaba su manta o gabancito azul con las iniciales de su ama. Sofía apoyaba en su hombro el palo de la sombrilla, y Teodoro llevaba en la misma postura su bastón, con el sombrero en la punta. Gustaba mucho de pasear con la deforme cabeza al aire.

Además de que la lengua se nos ha dado para callar, bien así como se nos dio el libre albedrío para hacer sólo el gusto de los demás, los ojos para ver sólo lo que nos quieran enseñar, los oídos para sólo oír lo que nos quieran decir, y los pies para caminar a donde nos lleven.

En otro tiempo lejano, muy lejano, esas mismas notas, suaves como el arrullo de la tórtola y prolongadas como el rumor del río, habían pasado muchas veces por la garganta de una niña cándida y alegre á quien todos besaban y llamaban de , trasformada después en ilustre dama. Cuando el canto hubo cesado, se levantó y empezó á caminar hacia el sitio de donde saliera.