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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Ya no era un palo, era una torre, y á continuación de esta torre iba surgiendo del mar un basamento de acero que chorreaba cascadas de espuma, un lomo gris de cetáceo, que poco á poco tomaba la forma de un vaso navegante largo y afilado. Una bandera flotó de pronto sobre el submarino. Ulises la conocía. ¡Nos van á atacar á cañonazos! gritó á Tòni . Es inútil que naveguemos en zigzags.

D. Félix se detuvo repentinamente delante de él y tomándole por la solapa y sacudiéndole le gritó con frenesí: ¿Sabe usted lo que le digo?... ¡Que antes que un hidepu.. de esos ponga un pie en Cerezangos le meto quince balas de plomo en la cabeza! Si algún cetáceo supo alguna vez lo que era el miedo, fué D. Casiano en aquella ocasión. Los hidalgos. Aunque se sentó á la mesa no pudo comer.

Basta ya de naufragios: yo quisiera razas durables. El cetáceo desaparecerá. Resumamos nuestras concepciones, y de esa poesía gigantesca de los recién nacidos, de las mamas, la leche y la sangre caliente, conservémoslo todo menos el gigante. Conservemos, sobre todo, la afabilidad, el amor y la ternura de la familia.

El apuntador concentraba toda su vida en los ojos, é inclinado sobre la pieza la movía, buscando la parte sensible de aquel cuerpo gris y prolongado que asomaba á flor de agua lo mismo que un cetáceo. De pronto, una nube de astillas voló cerca de la proa del vapor. Un proyectil enemigo acababa de chocar con el borde de los techos que cubrían la cocina y los ranchos de la tripulación.

Mas, ¿cómo se obró la metamorfosis del cetáceo al anfibio? Vamos á ver si acertamos á explicarlo. Su parentesco es evidente. En los mares sembrados de islas, cortadas por lenguas de tierra á cada paso, los cetáceos, detenidos continuamente en su carrera, tuvieron que modificar sus hábitos.

Dijo algo; pero la fuerza no le entendió. Comenzaron a caminar hacia casa, que ya no estaba lejos. Mas antes de llegar a ella, don Roque, que soplaba y bufaba como una ballena, e imitaba en lo posible la marcha jadeante y arremolinada de este cetáceo, se paró de repente, y pronunció en alta voz un largo discurso, del cual no entendió Marcones más que la palabra ladrones, repetida bastantes veces.

Estaba más cerca del Océano que en el puente de un trasatlántico. La fragata no levantaba espumarajos de rabioso paleteo. Se deslizaba discretamente en el silencio marítimo que guarda el secreto de los primeros milenarios de la tierra recién nacida. Los habitantes oceánicos se aproximaban á ella confiadamente al verla cabecear como un cetáceo mudo é inofensivo.

Nómbrasele á veces dugongo de los tabernáculos, inerte ídolo que impone, mas apenas sabe defenderse, y pronto desaparecerá entrando en el dominio de la fábula, en el número de esas leyendas reales de las que nos reímos atolondradamente. ¿Quién produjo ese gran cambio, quién crió ese cetáceo terrestre, el dugongo y la morsa, hermana suya?

Salimos del puerto; el horizonte se presentaba nublado, con algunos agujeros, en cuyo fondo brillaba el azul del cielo; pasamos la barra en nuestro Cachalote, que bailaba sobre las olas como un cetáceo jovial, y comenzamos a doblar el Izarra a larga distancia de los arrecifes.

Palabra del Dia

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