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Jaime quiso insistir, pero en el mismo instante salió al jardín el capitán Valls, llamándole con grandes voces. Debían irse a Palma: ya había dado orden al cochero para que enganchase. Febrer protestó sordamente. ¿Con qué derecho se mezclaba aquel entrometido en sus asuntos?... La presencia de don Benito cortó su protesta. Bufaba angustiosamente, con el rostro congestionado.

Bufaba la insigne comadrona y resoplaba, ahogándose a pesar del ningún calor y de la mucha y glacial humedad de la atmósfera; cuando penetró en la casucha, revolviose en ella como un monstruo marino en la angosta tinaja en que el domador lo enseña.

Dijo algo; pero la fuerza no le entendió. Comenzaron a caminar hacia casa, que ya no estaba lejos. Mas antes de llegar a ella, don Roque, que soplaba y bufaba como una ballena, e imitaba en lo posible la marcha jadeante y arremolinada de este cetáceo, se paró de repente, y pronunció en alta voz un largo discurso, del cual no entendió Marcones más que la palabra ladrones, repetida bastantes veces.

Al frente de este rebaño de esclavos figuraban, para mayor escarnio, los dos vecinos más respetables que habían quedado en la ciudad: Simoulin y su discípulo Pierrefonds. Comandante dijo el poeta una vez más , piense que el heroísmo que se sacrifica es más grande, etc.... Le daba miedo el aspecto del veterano. Tenía los ojos inyectados de sangre; bufaba de cólera, haciendo temblar su bigote.

Atareada todo el día en fregar pisos de casas ajenas, sólo de tarde en tarde podía ocuparse de su hijo, yendo a la tienda del maestro para enterarse de los progresos del aprendiz. Cuando volvía de la zapatería bufaba de coraje, proponiéndose los más estupendos castigos que corrigiesen al pillete. La mayor parte de los días no se presentaba en la tienda.

Pimentó capitaneaba á sus amigos los músicos; preparaban éstos sus instrumentos para saludar al albaet apenas transpusiese la puerta, y entre el desorden y el griterío con que se iba formando la procesión gorjeaba el clarinete, hacía escalas el cornetín y el trombón bufaba como un viejo gordo y asmático. Emprendieron la marcha los chicuelos, llevando en alto grandes ramos de albahaca.

La pobre señora era una mártir de los insufribles métodos de su marido, y no podía retrasar su vuelta a la casa, porque si la comida no estaba puesta en la mesa a la hora precisa, D. Francisco bufaba y decía cosas muy desagradables, como por ejemplo: «Hijita, me tienes muerto de debilidad. Otra vez avisa, y comeremos solos».

Poco después bufaba lleno de furia porque le venían malas cartas. A pesar de su opulencia jugaba siempre con el mismo afán que si le importase mucho la perdida o la ganancia de unos cuantos duros. Si la suerte le era adversa se ponía de un humor endiablado, murmuraba y hasta llegaba a decir frases inconvenientes a los compañeros.

Lo que digo; no saldrás de pobre en toda tu vida... Lo mismo que el tontaina de Ballester: también me salió el otro día con esa música. ¿Nada os dice la experiencia? Ya veis: el pobre Samaniego no dejó capital a su familia, porque también tocaba la misma tecla. Como que en su tiempo no se vendían en su farmacia sino muy contados específicos. Casta bufaba con esto.

Butrón bufaba, Pulido gemía, Jacobo echaba ajos, y entre peroratas enérgicas, amargos reproches, violentas reclamaciones y planes de campaña propuestos para derrocar aquel Gobierno que les había estafado, pasáronse algunos días, hasta que desembarazado algún tanto el ministerio-regencia con la llegada del joven monarca, pudo al fin dar vuelta a la llave de la despensa, y enarbolando la rama de sustanciosos dátiles, que ha venido a sustituir a la de olivo, antiguo símbolo de la paz, comenzó a distribuir puestos, honores y destinos entre sus diversos paniaguados, tocándole a Butrón una plenipotenciaría de primer orden.