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Por lo que yo digo: porque los ingleses se han aficionado al maldito whischy y no hacen caso del buen palo cortado, ni de la palma, ni de ninguna otra de las exelencias de esta bendita tierra... Lo que yo digo: dinero, venga dinero: que vuelvan aquí, como en otros tiempos, las libras, las guineas y los chelines ¡y se acabaron las huelgas, y los sermones de Salvatierra y sus partidarios, y los malos gestos de los civiles, y todas las miserias y vergüenzas que ahora vemos!...

Por esas dijo Moreno con repentina gravedad, como si el contacto del oro en la palma de la mano hubiera comunicado alguna dignidad a su organismo, tengo en los Estados una mujer, y una bellísima mujer por cierto. Tres años hace que la vi, y un año que no le he escrito, en espera de que las cosas vayan por el buen camino y lleguemos al filón. Cuando esto ocurra, voy a mandar por ella.

El piano quedó cautivo en la Aduana, mientras se resolvía el enredo de ciertos escrúpulos administrativos, y los viajeros fueron a alojarse en una posada, alquilando después la finca de Son Vent, inmediata a Palma.

Un sombrero de palma cubría su cabeza hasta cuando trabajaba en sus cacerolas. El Mare nostrum no podía naufragar ni sufrir daño alguno mientras le llevase á él.

Cuando en los campos del Sud Clave su pendon la gloria, Y el arcángel de victoria Bata su palma inmortal, Con potente lozanía Brotarán esos raigones, Y gigantes dimensiones El árbol adquirirá. Le valz bondit dans son sphérique empire. Alfred de Vigni.

A dónde fuiste, blanca flor, caida Del árbol de esperanza de la vida A ese abismo sin fin; Cual de la palma al borde de un torrente Hoja que arrastra rápida corriente, Y la lleva á regiones sin confin? Al borde de ese abismo te lloramos, Y con vista anhelosa te buscamos Sin poderte encontrar, Como busca con ansia el marinero Al que cayó del alto mastelero Y se perdió en las ondas de la mar.

Porque, a la altura de Cervantes, por mucho que yo le admire, he de poner a Shakspeare, a Dante, y quizás al Ariosto y a Camoëns; Fenelon y Bossuet compiten con ambos Luises, cuando no se adelantan a ellos; pero toda mujer, que en las naciones de Europa, desde que son cultas y cristianas, ha escrito, cede la palma y aun queda inmensamente por bajo, comparada a Santa Teresa.

Se dirigió hacia el Borne, ancha avenida que es el centro de Palma, antiguo torrente que en otros tiempos separaba la ciudad en dos villas y dos bandos enemigos: Can Amunt y Can Avall. Allí encontraría un coche que le llevase a Valldemosa.

Sentada sobre una estera, sobre una estera de palma, pálida como la muerte, como el dolor apenada, tendidas las blancas trenzas sobre la encorbada espalda, trenzas que dicen bien claro que nunca ha sido casada.

¿Cómo era? ¡Quién lo supo mejor que Keleffy! La miró, la miró con ojos desesperados y avarientos. Era como una copa de nácar, en quien nadie hubiese aun puesto los labios. Tenía esa hermosura de la aurora, que arroba y ennoblece. Una palma de luz era. Keleffy no la hablaba, sino la veía. La niña, cuando se sentó al lado de la directora, casi rompió en lágrimas.