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Se introducía en las asquerosas moradas que ocupaban, las catequizaba haciendo esfuerzos titánicos de oratoria que le ponían rojo como un tomate y le obligaban a toser y escupir de un modo imponente. Y cuando el arte de Bossuet no producía efecto, apelaba al dinero.

En seguida se separó de ella, dejándola confusa y asustada, como mujer a quien acaban de sorprender cometiendo un delito. El pecado, la condenación, la impiedad, habían sonado en sus oídos a modo de palabras vacías de sentido; las amonestaciones de un Bossuet no hubiesen ejercido en ella más imperio.

Tasso y Milton tendrán en sus manos la Biblia, Homero y Virgilio; Corneille y Racine á Sófocles y Eurípides; Molière á Aristófanes, Lope de Vega, y Calderon; Boileau á Horacio; Bossuet, Massillon y Bourdaloue á san Juan Chisóstomo, san Agustin, san Bernardo; miéntras Erasmo, Luis Vives y Mabillon estarán revolviendo el archivo, andando á caza de polvorientos manuscritos para completar un texto truncado, aclarar una frase dudosa, enmendar una expresion incorrecta, ó resolver un punto de crítica.

Le llama el pulpito decían en el jardín de la catedral . Siente el fuego de los apóstoles. Tal vez sea un San Bernardo o un Bossuet. ¡Quién sabe adonde irá a parar ese muchacho...! Uno de los estudios que más apasionaban a Gabriel era el de la historia de la catedral y de los príncipes eclesiásticos que la habían regido.

Menester es que no se arredre por lo áspero de la corteza el que anhele gozar del dulce alimento que para el espíritu ella cela y contiene. La representación no se limita a ofrecer al pueblo un trasunto de la pasión y muerte de Cristo y de la redención del mundo, sino que en cierto modo abarca todo el plan divino y providencial de la Historia, como el famoso discurso de Bossuet.

El curso de los siglos podia desarrollar y perfeccionar las formas del mono, é igualarlas con las vuestras; podia desarrollar y perfeccionar su masa cerebral de tal suerte que de los descendientes de ese mono que os divierte con sus movimientos extravagantes y sus actitudes ridículas, nacieran hombres como Platon, san Agustin, Leibnitz ó Bossuet.

Digo que es refinadamente francés, refinadamente chispeante y fosfórico, el que las tumbas de Voltaire y de Diderot ocupen su puesto en un mausoleo cristiano, y que en ese mausoleo cristiano no hayan entrado las cenizas de un Bossuet, de un Flechier, de un Bourdaloue, de un Fenelon. Este es positivamente el fenómeno que menos he podido explicarme, un fenómeno que me aturde.

El Cantar de los cantares es un admirable libro simbólico, me dijo. ¿Y no has leído más? ; , señor, los sermonarios de Bossuet y de Fenelón. ¿Y nada profano? ; , señor, la historia universal de Anquetil, el Telémaco, el padre Mariana y las poesías de nuestros clásicos. ¿Y novelas?

Jamás predicador alguno, jamás Bossuet ni Fenelón, jamás Massillon ni Fléchier, jamás el mismo Mermilliod, desplegaron desde su sagrada cátedra una elocuencia más persuasiva y untuosa que la empleada por M. Alfredo L'Ambert ante el lecho de Romagné. Dirigiose primero a la razón, después a la conciencia, y por último al corazón del enfermo.

Y a alguno conozco yo, señor Bachiller, que argüía a uno de estos que pregonan la felicidad presente; y arguyéndole con ejemplos bien palpables, le repetía a cada punto ¿conque estamos bien? A lo que le fue respondido como respondió Bossuet al jorobado: Para batuecos, amigo mío, no podemos estar mejor.