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No podemos probar lo contrario, esto es, que haya imitado directamente á los españoles; pero es evidente que ha aprovechado mucho las obras de Rotrou, tomando de ellas motivos de escenas enteras de sus obras; y como los dramas de Rotrou son casi todos arreglos de piezas españolas, resulta de esto que Racine, ya que no inmediata, mediatamente, debe también no poco á los autores españoles.

En estos prólogos se repiten hasta el exceso frases contra los galicistas, criticastros mordaces y envidiosos; contra Racine, frío, fastidioso y concienzudo pedante, y, en general, contra las tragedias y comedias francesas, dignas en todos conceptos del mayor desprecio, pero sin aducir nada positivo en defensa de la poesía romántica, y sin manifestar el más leve vestigio de poseer los conocimientos estéticos que constituyen su esencia.

Por consejo del marqués de Grimaldi se representaron en el Buen Retiro, y en otras posesiones reales, diversas traducciones de tragedias francesas; al mismo tiempo fijó su atención el conde de Aranda en los teatros de la Cruz y del Príncipe, mejorándolos en su parte material, refrenando á los partidos que alborotaban en ellos, haciendo poner en escena en los mismos traducciones de Corneille y de Racine, y excitando á los poetas españoles á escribir en el nuevo estilo obras dramáticas originales.

A ellos tambien debe la Europa los romances caballerescos y las representaciones dramáticas; y gracias á la poesía, la lengua francesa, tan pobre como es, ha llegado á ser un idioma universal, el idioma de la prosa por excelencia, pasando de las manos de Corneille y de Racine á las de Pascal, que es el que tiene la gloria de haber fijado esta lengua, complementada por Voltaire, Montesquieu, Buffon y Rousseau.

Cierto es que se ha dicho haber sido Racine el único, entre los poetas dramáticos franceses más antiguos, que desconocía por completo á los españoles, ó en cuyas obras, por lo menos, no se nota señal alguna de esa influencia.

Allí estan Gonzalo de Córdoba, Cisneros, Richelieu, Cristóbal Colon, Hernan Cortés, Napoleon, Tasso, Milton, Boileau, Corneille, Racine, Lope de Vega, Calderon, Molière, Bossuet, Massillon, Bourdaloue, Descártes, Malebranche, Erasmo, Luis Vives, Mabillon, Vieta, Fermat, Bacon, Keplero, Galileo, Pascal, Newton, Leibnitz, Miguel Angelo, Rafael, Linneo, Buffon y otros que han trasmitido á la posteridad su nombre inmortal.

Todo lo que dijo era propio de un hombre tan extraño á las primeras nociones de la poesía, y á los ordinarios procedimientos de la versificacion, que no habria sido posible responderle sin humillarle.» Y adviértase que no se habla de un hombre que pensase ménos en la forma del escrito que en el fondo; se habla de Buffon, que pulia con extremada escrupulosidad sus trabajos, y de quien se cuenta que hizo copiar once veces su manuscrito Epocas de la naturaleza; y sin embargo este hombre que tanto cuidaba de la belleza, de la cultura, de la armonía, no era capaz de comprender á Racine, y encontraba malos los versos de la Athalia.

Era el viejo Corneille, padre de los heroicos, o el dulce Racine, poeta de las ternuras, o Hugo con su «Leyenda de los Siglos» o Lamartine con sus «Armonías», cantores alados que transportaban el alma del niño a las puras regiones del Ideal.

En la esquina de la calle de San Jaime, llevaba yo ganados diez pasos; en la calle de Racine eran ya veinte, y después de atravesar un patio, emprendió la ascensión por una escalera, cuyos últimos escalones alcanzaban a verse desde la calle.

Para interpretar a los genios, a Corneille, a Molière, a Racine, hay que hacerse un alma semejante a la suya; hay que pasar su corazón por el autoclave del sufrimiento; hay que caminar con pies desnudos por los senderos cubiertos con las espinas de la envidia y con las ortigas de la maledicencia. JESSY. ¡Qué ocurrencias tan graciosas las suyas...! ¡No tengo los pies hechos a eso...!