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Pero aun aquí la historia llega a nosotros tan envuelta y obscurecida por la leyenda que es casi imposible discernir lo que hay en ella de verdad y de error. ¿La misma mademoiselle no pudo equivocarse? ¿Quién sabe si Tristán sacó el pañuelo para sonarse y a ella se le antojó que era para secarse las lágrimas? Reynoso vio con buenos ojos aquellos amores.

El Alcázar de Sevilla es casi una reproduccion del de Granada; mas la mezquita de Córdoba, ademas de ser un monumento del todo original en su género, es el álbum en que está consignada toda la historia del arte árabe, es la obra en que cabe seguir paso por paso la infancia, la virilidad, hasta la decadencia de ese estilo oriental que tanto os habrá hecho gozar y soñar en medio de estos encantados salones que perfuma aun el aliento de las flores, anima el murmullo de las fuentes, poetiza el recuerdo de los hechos en ellos ocurrídos y cubre de interes la tradicion y la leyenda.

Que , que , que lo pruebe, que lo pruebe, que lo pruebe, gritamos todos. Corriente, señores, dijo con gran calma el interpelado. Allá va, no una leyenda, sino un verídico suceso: testigo de él nuestro amigo Tóbler. Hace unos cuantos años, bajamos el Sr. Tóbler y yo al fondo de ese abismo; y ¿saben ustedes á qué?

En torno de su cabeza retocada por la tintura y el colorete, parecía flotar con un nimbo aquella leyenda de triunfos galantes que evocaba su nombre. Las grandes damas disputándosele con sorda guerra; una reina escandalizando a sus súbditos con su ciega pasión por él; dos divas eminentes vendiendo sus diamantes por conservarle fiel en fuerza de regalos.

A todas las manchas de las paredes, a todas las sombras de los faroles les contaba, gruñendo, la historia de su ruina, y no había piedra de aquel camino, que no supiese la escandalosa leyenda de la fortuna del Magistral.

No acierto á decidir si el público candoroso, los jóvenes sin malicia y las señoritas inocentes, que asisten á la representación de estos dramas, se dejan ó no influir por las doctrinas perversas que los han inspirado, ó si sólo ven en ellos un brillante juego de la fantasía ó bien una leyenda en acción, llena de piedad y de creencias consoladoras.

A mi ver, el fenómeno es tan curioso, que merece detención y estudio. Hannele es el título del drama de Hauptmann. Cabe interpretarle como una leyenda llena de fe religiosa ó como la expresión del pesimismo más ateo y desesperado. Parte del público entiende lo primero, pero otra parte se inclina á ver en el drama lo segundo. Hannele es una niña enfermiza y nerviosa que apenas tiene quince años.

Durante la lectura de La mancha roja me bebí dos vasos de agua con azucarillo. Pero sucedió un percance, que no puedo pasar en silencio por las fatales consecuencias que pudo tener. En vez de los treinta y siete minutos que tenía calculados, la lectura de la leyenda no duró más que veintidós.

Todos los vicios, Sancho, traen un no qué de deleite consigo, pero el de la envidia no trae sino disgustos, rancores y rabias. -Eso es lo que yo digo también -respondió Sancho-, y pienso que en esa leyenda o historia que nos dijo el bachiller Carrasco que de nosotros había visto debe de andar mi honra a coche acá, cinchado, y, como dicen, al estricote, aquí y allí, barriendo las calles.

Y sin embargo... ¡quién sabe!, la riqueza no es la dicha, no lo ha sido nunca; cuando más, puede aceptarse como un medio para afirmarla... Tal vez ni aun esto era cierto. Recordaba la wagneriana leyenda del anillo del Nibelungo, el milagroso oro del Rhin, símbolo del poder mundial.