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Ahora, lo que conviene examinar, con vista de estas fatales presunciones, es si aquellos principios y capítulos valen la pena de ser publicados ántes y con tiempo, ó si será preferible esperar á que parezca lo restante, y, con todo junto, formarse cabal idea de la importancia de la obra y mérito del autor y decidir entónces si merecen el honor de la estampa.

Máximo respondió: Es joven en años, pero la creo muy adelantada para su edad. Su voz dura me hirió tanto como la mordaz ironía de sus palabras, cuyo sentido yo sólo comprendía. Pensaba en las fatales cartas que me había visto ocultar. ¡Oh! ¡Con qué ganas le hubiera arrojado al rostro la verdad! ¡Cómo le hubiera dicho que guardase sus desprecios para la que los merece!

Y repuesto por unos meses de descanso y holgura, a causa de haber vendido su casucho y unas vacas, Muiños entró en el buque con un aspecto engañador de hombre sano. El ambiente del mar y la vida de a bordo habían sido fatales para él: cada día transcurrido marcaba un descenso de su salud.

El recuerdo de la ribera del río y las alegres lecciones de Celinda fué desvaneciéndose. Hubo algo dentro de él que intentó resistirse todavía á esta influencia. Pasó por su memoria el recuerdo de las heroínas fatales de los libros. Hizo un movimiento como si fuese á decir «no», y llevó sus manos á las manos de ella para despegarlas de su pecho.

Las razas americanas viven en la ociosidad y se muestran incapaces, aun por medio de la compulsión, para dedicarse a un trabajo duro y seguido. Esto sugirió la idea de introducir negros en América, que tan fatales resultados ha producido. Pero no se ha mostrado mejor dotada de acción la raza española cuando se ha visto en los desiertos americanos abandonada a sus propios instintos.

Tiene además una mala suerte espantosa: todo lo pierde. Estos tiempos son fatales para las personas de sangre real. Casi lloré escuchando sus miserias, y sentí no poder darle más. ¡Una hija de rey!... Pero su padre renegó de ella cuando se fué con un artista obscuro dijo Atilio . Y además, don Carlos no era rey de ninguna parte.

Hasta el presente se ha visto que, cuando ella ataca la boca, la nariz ó otras partes del cuerpo, tanto los naturales como los estrangeros sucumben al cabo de diez ó veinte años de crueles padecimientos. Con la práctica de los métodos curativos, empleados en Francia, llegaria sin dificultad á estinguirse del todo esta dolencia, ó á minorar considerablemente, por lo ménos, sus fatales electos.

No le quedaba ya, y eso por poco tiempo, más que los devaneos vulgares, insulsos, de los tenorios aristócratas, iguales unos a otros en sus gustos, en sus palabras y en su inaguantable vanidad. ¿Qué relación podía ya existir entre aquel niño y ella, como no fuese la de madre a hijo? Estas reflexiones labraron una arruguita en su frente, la arruga de los instantes fatales.

?Como con este generoso interes por tus semejantes, puedes verte cargado de crimenes? cesa de decirmelo; ?un hombre capaz de un sentimiento tan tierno puede haber inmolado a su furor a sus enemigos? No, no, ijamas! he sido cruel con los que me amaban, con aquellos a quienes yo amaba. Jamas he dado un golpe a un enemigo sino en mi legitima defensa; pero iay! mis caricias eran fatales.

En una y otra lucha hay errores fatales de cálculo que en un segundo conducen al abismo, y en una y otra, si vencen de ordinario los hábiles, en ocasiones los osados lo arrollan todo y a su vez triunfan. Perico poseía a fondo la ciencia del juego, y además observaba atentamente el carácter de sus adversarios, método que rara vez deja de producir resultados felices.