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La proposición de buscar una sirvienta para los más vulgares menesteres irritó á la alemana. ¡Nunca!... Tal vez sería una espía. Y la palabra «espía» tomaba en sus labios una expresión de inmenso desprecio. La doctora se ausentaba con viajes frecuentes, y era Karl, el empleado del escritorio, el que recibía á los visitantes.

A cada momento, el Nacional, que iba con la capa al brazo, confundiendo su traje vistoso de torero con los vulgares de la muchedumbre, inclinábase sobre el hule de la cubierta de la camilla y mandaba descansar a los portadores.

En vista de que el objeto de su cuidado no estuviese allí, se volvió hacia el hombre del sombrero negro. Este había reparado en el maestro, pero con la astucia común en la cual siempre se estrellan los caracteres vulgares, afectó no verle. Contoneándose con un taco en la mano, aparentaba apuntar a una bola en el centro del billar.

Aunque él era español, y tenía apellido y nombre bastante vulgares, había adoptado los misteriosos nombre y apellido de Hadado Calpe. Su ciencia ó su arte principal se titulaba la funi-fantasmagoría, sobre la cual había escrito un libro muy grueso. Se fundaba esta ciencia ó arte en que el hombre es el verdadero microcosmo.

Su hermano le inspiraba cierto miedo. ¡Qué lengua!.... Mejor vivían sin verse. Hemos venido juntos continuó el marino . Al saber que Jaime almorzaba aquí, me he convidado yo mismo, seguro de darte un alegrón. Estas reuniones de familia son encantadoras. Habían entrado en la casa, adornada con sencillez. Los muebles eran modernos y vulgares.

Una nueva aurora para mi alma... Pero no fue más que un relámpago que me hizo entrever los verjeles del cielo. Y al instante quedé sumida otra vez en la oscuridad... Hoy ¿qué somos nosotros? ¡Dos seres vulgares que viven como tantos otros en el cieno, queriendo persuadirse de que son felices!

No procedía éste como los amantes vulgares, en quienes la pasión no es más que un egoísmo un poco espiritualizado. En Bozmediano los movimientos de delicadeza y generosidad eran espontáneos y vehementes. No le fué difícil conseguir lo que apetecía.

Son, en realidad, sucesos vulgares, que sólo merecen atención por el ambiente de tristeza desgarradora en que se desarrollaron. Hace años me lancé á recorrer la América de habla española. Entré por Buenos Aires y he salido por la frontera de Texas.

Los versos eran buenos, de un mecanismo ingenioso, libre, imprevisto, pero poco líricos en resumen, aunque las intenciones del autor lo fueran mucho. Los sentimientos eran delicados, pero vulgares, y las ideas débiles.

Hay momentos en que me asusto de mi felicidad; paréceme que es demasiada. Imagínese prosiguió bajando un poco la voz : amo, soy amada, y todo esto sin remordimientos, en paz con el presente y sin ningún temor para el porvenir... porque, gracias a Dios y a usted, amigo mío, podré ver sin terror aparecer la primera arruga, que es el espectro y el castigo de los amores vulgares.