United States or Wallis and Futuna ? Vote for the TOP Country of the Week !


La nauseabunda guardilla, los harapos, la miseria, el hambre, las privaciones de todo género, las luchas de la virtud con las necesidades, la camilla y la fosa común, jamás han llegado ni llegarán á atormentar los pensamientos de Ambrosio.

Respecto a su padre, todo lo tenía previsto: lo que había de hacerse era tan sencillo como triste; trasladarle en una camilla a casa de Engracia, y llevar luego su cama, sus ropas y algunos muebles, más útiles para conservados que para vendidos. La dificultad estaba en la determinación que tomaran doña Manuela y Leocadia. ¿Qué harían?

Cuando estuvo hecha la operación cogió de nuevo el cesto, transformado ya en camilla de hospital, y a paso lento y prevenido lo sacó de allí, bajó la escalera y lo depositó en una de las estancias del único piso alto que tenía la casa. Era ésta una mansión de hidalgo o labrador acomodado. Los pisos de ladrillo rojo, las paredes enjalbegadas, los techos con las vigas al descubierto.

Al fin, yo fui, llegada la noche, a dormir a la sala de los linajes. Diéronme mi camilla. Era de ver algunos dormir envainados, sin quitarse nada; otros, desnudarse de un golpe todo cuanto traían encima como culebras; cuáles jugaban. Y, al fin, cerrados, se mató la luz. Olvidamos todos los grillos.

Tiene una pierna hecha porvo, un puntaso bajo el brazo, ¡y qué yo!... El probe está como mi santo... Vamo a yevarlo a casa. Cerrada la noche, salió Gallardo del circo tendido en una camilla. La multitud marchaba silenciosa detrás de él. El viaje fue largo.

Desde poco antes de las tres se asomó el pobre muchacho varias veces al balcón, esperando que de un momento a otro llegaran los mozos con la camilla. Por fin les vio volver la esquina de la calle Imperial, trayendo suspendido de los recios tirantes aquel armatoste negro, estrecho y largo, con trazas de ataúd.

A cada momento, el Nacional, que iba con la capa al brazo, confundiendo su traje vistoso de torero con los vulgares de la muchedumbre, inclinábase sobre el hule de la cubierta de la camilla y mandaba descansar a los portadores.

El hijo, que la víspera había ya enviado los muebles y las ropas que consideró necesarias para atender al cuidado y comodidad de su padre, vistió a éste cariñosamente, envolviéndole en una manta los pies, que por la hinchazón no era posible calzarle, y esperó a que trajesen la camilla. Leocadia se fue por la mañana, diciendo que volvería; pero dieron las tres de la tarde, y no pareció.

Por dos veces había apartado rudamente a uno de los portadores de la camilla, queriendo ayudar a su conducción. El marqués le miró con simpatía. Debía ser alguno de aquellos hombres del campo que estaban acostumbrados a saludarle en los caminos. ; una desgrasia grande, muchacho. ¿Y cree usté que morirá, señó marqué?... Eso se teme, a menos que no lo salve un milagro. Está hecho porvo.

Esta vez les faltaba la camilla. Los curiosos se apartaron para abrir paso á una extraordinaria novedad. Un carruaje de alquiler iba avanzando por las terrazas, lugar vedado á los vehículos. Lubimoff vió cómo se elevaba la duquesa repentinamente sobre las cabezas del gentío. Acababa de subir al carruaje y se mantuvo de pie en él, con la mirada perdida y un rostro inexpresivo de sonámbula.