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Actualizado: 3 de junio de 2025
Necesario y bueno es tomar de allí lo que conviene; pero haya tino y juiciosa elección en lo que se tome. Cierta poesía no es ya erótica, sino crapulosa y nauseabunda. Entre las causas que concurren á dar ser á esta poesía, además de las ya mencionadas, entra una vanidad pueril de que el poeta no se da cuenta á veces. Figurémonos al poeta en París.
Después de entonarte, paso a recetarte el gran emético, medicina un poco fuerte y desagradable; pero que si la tomas con buena voluntad, ha de probarte maravillosamente con el tiempo y regenerarte por completo. ¿Cuál es la medicina? Pues que te cases con Juan Bou». Isidora hizo un movimiento de repeler cosa muy nauseabunda..., y puso una cara..., ¡Jesús, qué cara!
Un caballo, al ser herido en el vientre, esparció en torno de él, vaciando sus entrañas, una lluvia nauseabunda de excremento verdoso, que vino a manchar los trajes de los toreros cercanos. El público celebraba con risas y exclamaciones las ruidosas caídas de los jinetes. Sonaba la arena sordamente con el choque de los cuerpos rudos y sus piernas forradas de hierro.
Dicen que D. Pedro es ridículo; pero ¡ay!, como la hidalguía, la nobleza y la elevación de sentimientos son una excepción en esta sociedad, las gentes llaman ridículo al que discrepa de su nauseabunda vulgaridad... Yo, no sé por qué confiaba en el éxito del valor de Congosto... Anhelaba ser hombre, y me consumía en mi profundo dolor.
A estas buenas personas les disgusta tener una niña en el teatro y querrían traerla al buen camino a fuerza de puntapiés en... ¡Ya me entiende usted...! En fin, si usted quisiera, vendría conmigo al curso de Canto donde la rapaza se perfecciona; le echaríamos el guante, usted le diría buenas cosas y yo me la llevaría a Bizons. ¡Usted no puede negarme esto, que causará, además, un efecto excelente en su distrito...!» Yo no me había olido la trastada, y seguí a mi Chabornac; llevóme a lo más hondo de una callejuela, allá, por el bulevar de Estrasburgo; subimos la escalera de una casa tan nauseabunda, que usted no la hubiera encontrado digna de albergar siquiera sus canes.
La nauseabunda guardilla, los harapos, la miseria, el hambre, las privaciones de todo género, las luchas de la virtud con las necesidades, la camilla y la fosa común, jamás han llegado ni llegarán á atormentar los pensamientos de Ambrosio.
Pero doña Luz era muy singular y hallaba extraño deleite en la larga contemplación de aquel cuadro, donde se cifraban el más alto misterio y los dos más opuestos extremos de valer de la humana naturaleza: toda la beatificación, toda la hermosura, todo el celeste resplandor de que es capaz nuestra carne, unida a un alma pura, y siendo templo y morada del Eterno, y los dolores, a la vez, y las miserias, y los padecimientos lastimosos y la corrupción nauseabunda de esa carne misma.
Quedando solo en el comedor, Juanillo cerró herméticamente las puertas, las ventanas y los postigos... Lo que así oculto hizo para hacer desaparecer, como si la hubiera comido, tanta carne nauseabunda, mejor es no contarlo, para no meternos en cosas sucias, ni entrar en gabinetes reservados.
Cuando las ganancias habían sido por ventura fenomenales, alquilaba un jamelgo, se iba trotando hasta la Puerta de Hierro, o daba la vuelta a Madrid paseando por el Retiro entre las filas de coches de lujo y jinetes ricos. Para que esta parodia vil y nauseabunda de las disipaciones de la clase superior fuese más completa, tenía sus pequeñas deudas con el mozo del café y con los amigos.
Por esas casas, donde trabajan los peleteros, los curtidores y otros industriales, la corriente cenagosa es aún una riqueza, y sin cesar los obreros aprovechan el agua nauseabunda.
Palabra del Dia
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