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No hizo Velázquez más que reproducir lo que veía, no se le puede atribuir propósito ajeno a las ideas de su tiempo, pero observó con tal perspicacia, su mirada escudriñó tan hondo, que al hacer un retrato formó un proceso.

D. Fadrique reconocía no obstante, que si estaba lejos aún el día en que sea casi imposible adquirir mal lo que uno mismo adquiere, estaba aún mucho más lejos el día en que sea casi imposible heredar mal lo que se hereda. El modo de no empujar hacia más hondo porvenir la aurora de ese día, era dar buen ejemplo en contra.

No sentía celos, no sentía en aquel momento la vergüenza de la deshonra, no pensaba ya en el mundo, en el ridículo que sobre él caería; pensaba en la traición, sentía el engaño de aquella Ana a quien había dado su honor, su vida, todo. ¡Ay, ahora veía que su cariño era más hondo de lo que él mismo creyera; queríala más ahora que nunca, pero claramente sentía que no era aquel amor de amante, amor de esposo enamorado, sino como de amigo tierno, y de padre... , de padre dulce, indulgente y deseoso de cuidados y atenciones!

Si con su sencillez de aldeano perdía la brújula á la superficie del mundo, ¿qué le sucedería surcándole por lo más hondo de sus tempestuosos senos?

El viajero, que había andado algunos pasos junto a su guía, se detuvo asombrado de la fantástica perspectiva que se ofrecía ante sus ojos. Hallábase en un lugar hondo, semejante al cráter de un volcán, de suelo irregular, de paredes más irregulares aún.

Don Melchor, herido en lo más hondo de su corazón, se levantó convulso de la butaca y pidió que inmediatamente fuesen a buscar un coche que le trasladase a Tejada. En cuanto estuvo a la puerta, se metió en él, ordenando al cochero que fuese a todo escape a la quinta de Belinchón.

Mas a poco de esto, hacía veinticinco años a la fecha de nuestra historia tales cosas iba viendo nuestro señor don Manuel que volvió a tomar la capa, que por inútil había colgado en el rincón más hondo del armario, y cada día se fue callando más, y escribiendo menos, y arrebujándose mejor en ella, hasta que guardó las plumas, y muy apegado ya a la clemente temperatura del país y al dulce trato de sus hijos para pensar en abandonarlo, determinó abrir escuela; si bien no introdujo en el arte de enseñar, por no ser aun este muy sabido tampoco en España, novedad alguna que acomodase mejor a la educación de los hispanoamericanos fáciles y ardientes, que los torpes métodos en uso, ello es que con su Iturzaeta y su Aritmética de Krüger y su Dibujo Lineal, y unas encendidas lecciones de Historia, de que salía bufando y escapando Felipe Segundo como comido de llamas, el señor Valle sacó una generación de discípulos, un tanto románticos y dados a lo maravilloso, pero que fueron a su tiempo mancebos de honor y enemigos tenaces de los gobiernos tiránicos.

Había resuelto el secreto del enigma cifrado sólo para hundirme más profundamente todavía en un hondo abismo de dudas, desesperación y misterio, pues lo que me reservaba el libro cerrado del porvenir era, como lo verán ustedes, enloquecedor y pasmoso.

El sentimiento de la paternidad está en tan arraigado, tan hondo, que antes perdería la mitra que abandonar a mis hijos. Ya recuerdas cómo me puse cuando murió el padre de Juanito, que pasaba por mi sobrino. Creí morir. ¡Un hombrón tan hermoso y con un porvenir tan brillante! Yo le hubiese hecho magistrado, presidente del Supremo, ministro, ¡qué yo!

Quería verla, necesitaba verla, porque su dolor me atormentaba más que los míos; pero me faltaba valor para ello: temía agravar sus angustias con mi presencia..., y temía, hasta el espanto, leer mi desprestigio en sus ojos. Quien haya tenido hijas buenas y enamoradas de su madre, que diga si hay puñal que más hondo hiera, ni azote que más afrente que la mirada que yo temía.