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Mas a poco de esto, hacía veinticinco años a la fecha de nuestra historia tales cosas iba viendo nuestro señor don Manuel que volvió a tomar la capa, que por inútil había colgado en el rincón más hondo del armario, y cada día se fue callando más, y escribiendo menos, y arrebujándose mejor en ella, hasta que guardó las plumas, y muy apegado ya a la clemente temperatura del país y al dulce trato de sus hijos para pensar en abandonarlo, determinó abrir escuela; si bien no introdujo en el arte de enseñar, por no ser aun este muy sabido tampoco en España, novedad alguna que acomodase mejor a la educación de los hispanoamericanos fáciles y ardientes, que los torpes métodos en uso, ello es que con su Iturzaeta y su Aritmética de Krüger y su Dibujo Lineal, y unas encendidas lecciones de Historia, de que salía bufando y escapando Felipe Segundo como comido de llamas, el señor Valle sacó una generación de discípulos, un tanto románticos y dados a lo maravilloso, pero que fueron a su tiempo mancebos de honor y enemigos tenaces de los gobiernos tiránicos.

¡Por quien soy! exclamó uno de los convidados tendiendo á su alrededor la vista, que el local es de los menos á propósito del mundo para una fiesta. Efectivamente, dijo otro, nos traes á conocer á una dama, y apenas si con mucha dificultad se ven los dedos de la mano. Y sobre todo, hace un frío, que no parece sino que estamos en la Siberia, añadió un tercero arrebujándose en el capote.

Se pensaba, al verlo, que retenía un lamento entre los labios inmóviles. La visión de este Jesusito agonizante, contemplado silenciosamente durante horas enteras, solía por la noche frecuentarla bajando del nicho y caminando sobre las baldosas frías del corredor solitario. Adriana entonces, arrebujándose, llena de una conmiseración desolada, se dormía llorando por

¿Sabe usted el jardinillo de la Plaza Mayor? Pues... pasado mañana a las siete y media. De siete y media a ocho. Corriente. Adiós. Julia salió del café arrebujándose en el mantón; don Juan pagó en un abrir y cerrar de ojos, se echó a la calle, miró en todas direcciones deseoso de ver a la muchacha para seguirla y... nada; como si se la hubiese tragado la tierra.

No había andado cuatro pasos cuando volvió, y arrebujándose bien en su manto, con honestos y recatados ademanes, dijo: Por Dios, don Ramón, no hagan ustedes ruido, que está alborotada la vecindad con la algarabía que se arma aquí todas las noches. Porque, ya ve usted ... Una es comidilla de las gentes de abajo.

Y arrebujándose en la manta, apoyó la espalda en la columna de un farol, quedando inmóvil, en una actitud que revelaba desaliento. La gente se esparció, dividiéndose en pequeños grupos. Improvisábanse jefes, guiando cada uno a los camaradas en distinta dirección. La ciudad era suya: ¡ahora comenzaba lo bueno!