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Estamos convidados para ir á comer mañana en su jardin. No puedo más por hoy. ¡Adios, Vernet! ¡Adios, Versalles! Dia décimo octavo. Visita de un ingeniero, excursiones históricas, epigramas. Estamos quietos y tranquilos en nuestra habitacion.

Y mi familia ¿no es la más pequeña de todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me has dicho cosa semejante? 22 Y trabando Samuel de Saúl y de su criado, los metió al cenadero, y les dio lugar a la cabecera de los convidados, que eran como unos treinta varones. 23 Y dijo Samuel al cocinero: Trae acá la porción que te di, la cual te dije que guardases aparte.

El médico atraía las miradas y las preguntas de todos los convidados. Era un original que despertaba interés, viviendo como un solitario en la montaña, en medio de la gente de las minas, de la que se hablaba con cierto miedo en aquel interior elegante y rico.

Aquellas señoras, clérigos y caballeros particulares estaban divididos en dos bandos enemigos en aquel instante; el bando de los envidiados y el de los envidiosos; el de los convidados a comer, que eran pocos, y el de los no convidados. Aunque se hablaba tanto de tantas cosas, la idea que preocupaba a todos era la del convite. No se aludía a él y no se pensaba en otra cosa.

Magdalena, según ya hemos dicho, debía de ser enterrada en Ville d'Avray, porque al doctor le parecía que allí, en un cementerio de aldea, oscuro y desierto, le pertenecería su hija más que en una necrópolis de la gran ciudad. Los convidados que formaban el cortejo y que venían a ser los mismos que concurrieron al baile, no se sentían con ánimo de acompañar a la muerta hasta su última morada.

Aunque el templo es espacioso, sólo se había permitido entrar en él a los convidados; porque si hubiera tenido franca entrada la muchedumbre, no pocos se hubieran maltratado allí dentro, a causa de los miles y miles de personas que habían venido a la fiesta, no sólo de Lisboa, sino de otras ciudades y villas de Portugal y aun de reinos extraños.

Minutos más tarde, se notó su desaparición. El doctor fue al vestíbulo y buscó, entre los abrigos de los convidados, el de Roberto: todavía estaba allí. Con la familiaridad de un viejo pariente, se puso en busca suya en las habitaciones de atrás, vacías y silenciosas, pues los criados estaban ocupados en servir.

Poco a poco se fué ampliando el número, de suerte que al llegar el día de la marcha pasaban de cincuenta los convidados. Este aumento era debido principalmente a la iniciativa de Clementina, a quien sedujo la idea de aquel viaje.

¡Viva! balbució Amparo toda enternecida, ahogándose . ¡Viva usted... muchos años! Y el viejo y la niña estaban a dos dedos de romper a llorar, y algunos de los convidados se reían a socapa viendo aquel brazo paternal que rodeaba aquel cuello juvenil. La Unión del Norte ¡Cuidado si hace calor!

Dos horas después vino una cartita con la autorización. La excursión se efectuaría, pues, al día siguiente, y los convidados partirían de la casa de los condes a las dos de la tarde. Invite usted de nuestra parte al amigo Villa. Dígale que es un ingrato... Hasta ahora no le he echado la vista encima me dijo al tiempo de despedirme.