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Aquí tiene usted una personita que se tortura porque no pienso como ella en materia de fe, y que estoy seguro de que me encuentra muy ingrato porque no conformo mi pensamiento al suyo.

Ella le había hecho hombre, es decir, cura; ella le había hecho niño mimado de un Obispo, ella le había empujado para llegar adonde había subido, y ella ganaba lo que ganaba, podía lo que podía... ¡y él era un ingrato!

Oyéndome el cacique éstas y otras conveniencias, dió un grito y suspiró, diciendo: » Me tuviera por ingrato y vil, después de tantas finezas y estimación que habéis hecho de , si en alguna cosa os mintiera y engañara, y negando lo que me pedís os desazonara; y aunque no me queráis creer, os desengaño, Padre, de que en todas nuestras tierras no hallaréis parajes, ni las comodidades que decís para fundar, pues lo mismo que véis y reconocéis en este mi pueblo, sucede en todos los demás; y aunque en tiempo de lluvias, por causa de las avenidas, corren algunas cañadas con abundancia de agua, mas pasados algunos meses no quedan más que las madres secas, y sin agua, por lo cual luego nos desparramamos con nuestras chusmas á buscar qué comer y qué beber.

Benedicta pasó días y semanas esperando la vuelta del humo o, lo que es lo mismo, la del ingrato que le dejaba más desnuda que cerrojo; hasta que, convencida de su desgracia, resolvió no volver al hogar de la tía, sino arrendar un entresuelo en la calle de la Alameda. En su nueva morada era por demás misteriosa la existencia de nuestra gatita.

Dirígese, pues, en apariencia, á Isabel, escribiendo los versos que siguen: Aunque amante me juzguéis De otro gusto, y como ingrato Me presumáis todo olvido, Yo soy vuestro y no os agravio. El Rey suspira, Isabela, Celoso como indignado, Porque ignora que disculpa Mis desvelos amor casto.

Apolonio, ¿nos oye alguien? preguntó Felicita, inclinándose sobre el mostrador, con delgado aliento y ojos de espía. Si usted conserva ese tono, nadie nos oirá. Apolonio.... Es usted un miserable, un traidor, un ingrato. Se lo digo a usted en voz baja, aunque con toda energía, porque quiero evitar espantosas complicaciones, incluso la efusión de sangre. Pero, señora...; digo, señorita....

Sin embargo, era inocente. ¿Cómo se explica, Cristián, que se puedan producir iniquidades semejantes, que un desgraciado pueda ser entregado á los verdugos sin haber hecho nada para ser torturado, que se le insulte, que se le humille y que se le encadene, si no hay en su destino un castigo del cielo con el que ha sido ingrato?

Si en aquellas negras horas de desesperación todos sus pensamientos eran para el ingrato Llot, sin que un vago e insignificante recuerdo mereciese la pasión de Timoteo, no es fácil averiguarlo. Lo que puede afirmarse es que el violín de aquel desgraciado joven seguía exhalando quejas melancólicas por la noche lo mismo que en los tiempos de esplendor de su adorada.

Los franceses no vienen jamás... Esos no viajan... ¿Para qué venir, por otra parte, á este endiablado país? ¡El establecimiento! ¡Los campos penitenciarios! ¡Bonito espectáculo! En fin, cada uno su gusto... Echó una ojeada á la carta y continuó: Está usted haciendo un estudio comparativo del régimen penal de las naciones europeas... ¡Ingrato trabajo!

¡Amor mío! exclamé olvidado de todo para no pensar más que en ella; ¿has podido creer que yo iba a dejarte para ir de caza? Pero entonces, Rodolfo... ¿vas acaso?... , en busca de esa fiera, de Miguel en su guarida. Flavia estaba densamente pálida. Ya ves, pues, querida mía, que no soy el amante ingrato que suponías. Pero no permaneceré ausente mucho tiempo. ¿Me escribirás, Rodolfo?