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Pero el buen don Rosendo que juzgaba un importantísimo triunfo la venida de tal personaje a su morada, y contaba con ayuda de él exterminar a sus contrarios, tanto insistió, valiéndose de toda clase de recomendaciones para conseguirlo, que el Duque concluyó por aceptar el ofrecimiento.

El Gobernador, teniendo en cuenta la naturaleza de los materiales de construcción disponibles, así como la diferencia del clima y costumbres sociales de la colonia, había trazado el plano de su nueva morada á imitación de las de los caballeros de moderados recursos en su país natal.

Ignoro si partió de la fértil fantasía de Bringas o de la pedantesca asimilación de Paquito la idea de poner a los aposentos de la humilde morada nombres de famosas estancias del piso principal. Al mes de habitar allí, todos los Bringas chicos y grandes llamaban a la sala Salón de Embajadores, por ser destinada a visitas de cumplido y ceremonia.

39 oirás desde los cielos, desde la morada de su habitación, su oración y su ruego, y harás su juicio, y perdonarás a tu pueblo que pecó contra ti. 40 Ahora, pues, oh Dios mío, te ruego estén abiertos tus ojos, y atentos tus oídos a la oración en este lugar.

Pues tiene la traicion así ordenada, Que dadas estas cartas, vuelva luego Al rio Igapopé, que es la morada De un indio, que se dice Grande Fuego, Y de otros que allí viven de coplada, Con Aguazó, que es guia de este juego. Allí tiene la cosa de ordenarse Por el cartero priesa á tornarse.

Todo estaba a punto ya para la última ceremonia, y el Sultán dispuso que su hermosa novia subiese desde su morada en los palacios de Granada a los alcázares de la Alhambra, tres días antes de las bodas, que se fijaron para el hálid o plenilunio del mes de las flores.

Siendo el alcázar de la ALJAFERIA la morada de nuestros reyes, y el lugar donde mas ostentaban su magnificencia y su poder, era consiguiente que su nombre sonára en la mayor parte de las fiestas, y que en él ocurriesen succesos que ha debido recoger la historia.

Y volvía De Pas, para evitar mayores males, a sus precauciones, que eran el contento de Teresina, lo que ella creía con orgullo su victoria. Ana también tenía su secreto. Su piedad era sincera, su deseo de salvarse firme, su propósito de ascender de morada en morada, como decía la santa de Ávila, serio; pero la tentación cada día más formidable.

Una tarde, al pasar Manuel Antonio por delante de la tétrica morada del conde, vio salir a la doncella con una caja de cartón en las manos. El marica sintió en la nariz olor de caza, tomó vientos un instante, y la siguió. Adiós, Laura dijo pasando delante de ella. Y volviéndose de repente le preguntó en tono indiferente: ¿Cómo sigue tu amo? El señor conde no está malo. ¡Ah!

19 Y volveré a traer a Israel a su morada, y pacerá en el Carmelo y en Basán; y en el monte de Efraín y de Galaad se saciará su alma. 20 En aquellos días y en aquel tiempo, dijo el SE