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Era uno de los temerosos de Dios i de los que cuidaban en su santo nombre. Sobre todo esto añadió que quiso fabricar esta casa de oracion para nombre i fama del Dios de Israel. Esta es la casa de fiesta para los que desean saber nuestra lei i buscar á Dios. Comenzó á fabricar esta casa i su morada, i acabóla en mui buen año para Israel.

Marchar á pié á la última morada conduciendo un sér amado, y ofreciendo su dolor al público indiferente en tan solemne trance, es una terrible lucha que necesariamente ha de producir, ó una muerte al alma, ó una indiferencia glacial: no hay medio.

Por eso Paris, sin dejar de ser una ciudad importantísima, es una ciudad aparente; artísticamente mentirosa, artísticamente exagerada, exageradamente culta. Llegamos al hotel cerca de las diez, y mi mujer y yo digimos: Paris es un mónstruo muy bello, sobre todo muy iluminado: su morada seria deliciosa sin coches: con coches, viene á ser un infierno vivo.

Afirmaban que aquel símbolo no era simplemente un paño escarlata, teñido con un color que era obra del hombre, sino que el rojo ardiente lo producía el fuego del infierno, y se le podía ver brillar con todo su fulgor cuando Ester se paseaba sola, junto á su morada, durante la noche.

Así era la enfermedad de Anita. En cuanto al contagio, que debía de haberlo habido, él lo atribuía al Magistral. Se acordaba del guante morado. Mucho tiempo lo había tenido olvidado, pero un día se le ocurrió preguntar a la Regenta si las señoras usaban guantes de seda morada y ella se había reído. Era, por consiguiente, un guante de canónigo. Ripamilán no los usaba casi nunca.

En medio de su austeridad, el terrible elemento no puede menos de sonreirse al contemplar sus gracias naturales. Además, la vida tímida está llena de melancolía. Posee el pie para arrastrarse, mas, no se atreve. «¿Quién te lo impide? Tengo miedo... el cangrejo me acecha; si me entreabro, se cuela en mi morada.

Créeme, buen carcelero, pronto habrá paz en esta morada; y te prometo que la Sra. Prynne se mostrará en adelante más dócil á la autoridad y más tratable que hasta ahora. Si Su Señoría puede realizar eso, contestó el carcelero, os tendré por un hombre indudablemente hábil.

Como el náufrago se abraza De las astillas flotantes, De las horas vacilantes Me abrazo con ansiedad. «Les insensés en vain s'attacheront aux heures, «Comme aux débris épars d'un vaisseau submergéOh, musa, vuelve otra vez A tu celeste morada. «Ó Muse, qui daigna me soutenir dans une carrière aussi longue que perilleuse, retourne maintenant aux celestes demeuresCHATEAUBRIAND Martyrs.

Condesa no lo recibe esta tarde, se enojará mucho, y me será difícil convencerla de que no quiero dejar nunca más esta santa morada. Voy por él..., ¡qué niñas éstas! Dejónos solos la Madre Transverberación, y entonces hablé así: Inés mía, estoy vivo, he resucitado. Salí vivo de aquel montón de muertos, donde perdimos para siempre a nuestro buen amigo don Celestino.

Aquella espléndida morada, con sus exquisitas decoraciones, mobiliario verdaderamente de estilo Luis XIV, sus valiosas pinturas y magníficos ejemplares de esculturas del siglo diecisiete, morada de una persona para quien no significaban nada todo ese lujo y todo ese gasto, era seguramente un testimonio suficiente de que el pobre y mal traído vagabundo que había pronunciado esas misteriosas palabras en mi pequeño comedor cinco años antes, no había sido un charlatán o un necio fanfarrón.