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El duque, guiado por el sonido, buscó entre la obscuridad y tropezó primero con un traje de brocado; luego con un hombro redondo que se retiró de una manera nerviosa, y al fin, con un brazo desnudo de una morbidez y una suavidad exquisitas, yendo á parar, por último, á una mano incomparable por su forma, pequeña, gruesecita, cuajada en los dedos de gruesos cintillos, que temblaba y estaba fría.

Se reveló ahí, fabricante de genio, creador de obras maravillosas; así en los vitraux, inspirados en las antiguas cristalerías, como en los vasos y bibelots de alto precio, de formas exquisitas, de coloraciones raras, sus creaciones obtuvieron éxito creciente entre los buenos conocedores. Seguro de su porvenir, se casó. La mujer que eligió era hermosa, inteligente y buena.

Allí hay sepulcros finísimos góticos, llenos de exquisitas labores; allí místicas pinturas del Renacimiento, ó sea de cuando el Renacimiento no era todavía pagano; allí santos sobre los capiteles; allí preciosos trípticos; allí un claustro digno de la ciudad de Pisa.

Seguía a la muchacha por todas partes, aunque sin asediarla con importunas manifestaciones. Recogía las más exquisitas y bellas flores de la montaña, y venía a colocarlas todas las mañanas en la puerta de la casa de Carmen, quien se encontraba al levantarse con estos hermosos ramilletes, adivinando por supuesto qué mano los había colocado allí. Pero todo era en vano: Carmen permanecía esquiva y aun aparentaba no comprender que ella era el objeto de la pasión del joven.

Hay también, en las novelas tabernarias, adornadas con las más exquisitas sublimidades, una enorme dificultad que vencer y que es rara vez vencida: combinar el lenguaje, cuando no rufianesco, vulgar e inculto, con un estilo elevado, apto para expresar los sentimientos más delicados y nobles.

Como no se tocara a la entereza del dogma, don Antonio escuchaba sin enfado las más licenciosas parlerías y aún gustaba de poner en aprieto a los religiosos y de azuzar contra ellos a los chocarreros de la academia. Era harto aficionado a los perfumes y hacíalos componer, según fórmulas exquisitas, por las monjas de Santa Ana.

Los alaridos que la madre y el hijo daban, cada uno en su registro, no despertaron a José Izquierdo, pues este era hombre que en cogiendo la mona, no le enderezaba un cañón; pero sacaron de su letargo a Segunda, que fue a ver lo que ocurría, y hallando a su sobrina medio vestida, se puso hecha una furia y por poco le pega. «Mira que te estrello, si das en hacer funciones de comedia le dijo con aquellas formas exquisitas que usaba . ¿Pero no ves, burra, no ves que se te ha retirado la leche, y el pobrecito no tiene qué mamar?».

Al ver a Stein, le propuso que le acompañase; este aceptó, y los dos se pusieron en camino en dirección al lugar. El día estaba tan hermoso, que sólo podía compararse a un diamante de aguas exquisitas, de vivísimo esplendor y cuyo precio no aminora el más pequeño defecto. El alma y el oído reposaban suavemente en medio del silencio profundo de la naturaleza.

No baja lo que se gasta, en las más reducidas, del valor de 300 a 400 pesos; y de éstos los que disfrutan menos son los indios, a los que sólo se da carne en abundancia esos días, y algún corto regalillo que se les distribuye; pero para los religiosos, administradores y otros españoles que concurren, como también para el gobernador o tenientes, si asisten, hay abundantes y exquisitas comidas, y regalos llamados tupambaes.

Ha comido en mesas en que un hule hacía de mantel y en vajillas desportilladas. Fuera ya de la familia y durante las languideces de sus largos comienzos en la república de las letras, ha sufrido trabajos y hasta ayunado, más ávido entonces de libros que de bienestar, aunque llevando en mismo, oculto y comprimido, el sentido de las cosas bellas, delicadas y exquisitas.